PRD, determinación suicida

Los acontecimientos acumulados durante la última semana sobre la reaparición de personajes aguirristas en el gabinete del alcalde electo de Acapulco, y la elección del diputado local plurinominal Sebastián de la Rosa, al frente de la bancada perredista en el Congreso estatal, son señales muy claras de que la crisis de gobernabilidad registrada en Guerrero no tendrá solución por lo menos durante el siguiente año.

El significado inmediato de los nombramientos de Everardo García Mondragón y Víctor Aguirre Alcaide, como Coordinador general de Asesores de Evodio Velázquez y Secretario de Desarrollo Social municipal, respectivamente, sumado al acuerdo para nombrar jefe de la bancada perredista local a Sebastián de la Rosa, representa una bofetada a la población guerrerense por el simple hecho de que estos personajes fueron piezas fundamentales en el perredismo que llevo a Guerrero a la peor crisis general observada en su historia.

De hecho, se trata de los mismos personajes que construyeron parte del andamiaje para que la familia Aguirre Rivero llegara al poder y se fortaleciera un esquema de control político que permitió convertir en presidentes municipales, diputados y funcionarios estatales a personajes vinculados al crimen organizado, por lo que en las pasadas elecciones recibieron el rechazo generalizado de los guerrerenses, y hoy por extrañas circunstancias vuelven a ocupar posiciones privilegiadas de poder público.

Desde esta vertiente inescrupulosa, el perredismo lanza el contundente mensaje de que a los sobrevivientes del partido del sol azteca poco les importa recuperar los márgenes de confianza ciudadanos, y menos les interesa sumarse a la complicada tarea de la reconstrucción social.

Para el sector de interlocutores partidistas del PRI, PAN, Movimiento Ciudadano y del propio PRD, el regreso de los funcionarios señalados y de otros más que ya presumen figurar en la nómina municipal de Acapulco durante los próximos tres años, resulta inexplicable que los jefes de las tribus perredistas en Guerrero premien a figuras que desde el punto de vista ideológico poco tienen que ver con la izquierda y han contribuido ampliamente al derrumbe del perredismo.

La impresión derivada del deterioro social, político y económico que registra esta entidad, genera a primera vista la percepción de que al incluir a este tipo de personajes, el PRD cancela las posibilidades de celebrar acuerdos para lograr un entendimiento entre las principales fuerzas políticas de la entidad con objeto de recuperar la gobernabilidad. Y si se ve más allá, Guerrero parece condenado a seguir en calidad de territorio rehén de un grupo enquistado en la izquierda cuyos resultados en la política y en los hechos, nada tienen que ver con el bienestar de los guerrerenses.

En el fondo, la tarjeta de presentación que significan los nombramientos de tan distinguidos aguirristas y de Sebastián de la Rosa, revelan indicios de que para los perredistas los niveles de hundimiento que arrastra esta entidad no tienen trascendencia alguna, y lo que impera en la visión de sus dirigentes es mantenerse en el poder por el poder.

Fiel a su característica de nacimiento, el PRD sigue la ruta de autodestrucción tribal que lo alejó radicalmente de los conceptos de la auténtica izquierda, y consecuentemente pierde la oportunidad de abrir espacios para crear nuevos cuadros de liderazgo que ayuden a superar la agonía que vive su partido.

Así, en lugar de entrar en una etapa de autocrítica real, el PRD prefiere ratificar su voluntad suicida que lo llevó a perder en poco tiempo el capital político perseguido por décadas. Ahora, además de la profunda crisis ideológica observada entre sus militantes para converger en una sola definición de lucha social, los perredistas atestiguan como la repartición de lo que queda de su partido se hace en función de los intereses de quienes hundieron a su instituto, y no en base al esfuerzo que hacen sus sobrevivientes para levantarlo.