El gobernador Rogelio Ortega Martínez ya no debe cometer errores como el incurrido en Zitácuaro, Michoacán, porque si quiere hacer campaña, que deje el cargo.

Cuando juró respetar la Constitución y todas las leyes, aseguró: “Su amigo Rogelio Ortega, su gobernador, el gobernador de las y los guerrerenses, se compromete a tener una conducta absolutamente imparcial”, al referirse a las elecciones del 7 junio.

Dijo: “No podemos llegar a enero con una crisis de ingobernabilidad. Tenemos que llegar en armonía. Tenemos que llegar poniendo por delante el interés de Guerrero”.

El interés de Guerrero debe estar pero muy arriba de su relación de amistad, de su relación personal que, según él, tiene desde hace muchos años con el candidato del PRD a gobernador michoacano.

Él mismo lo reconoció aquel domingo 26 de octubre: “Grande es la agenda gubernamental de los rezagos y de las grandes necesidades del pueblo de Guerrero”, como para distraerse en otros asuntos que no sean los del estado.

El titular del Ejecutivo no sólo debe guardar distancia con los partidos políticos o sus candidatos, incluidos los de la izquierda, a la que pertenece, sino de los dos procesos electorales –federal y local–. Simplemente debe hacer lo que la ley le dicte, y la ley le dice que se dedique a gobernar.

Pareciera que su presencia en el mitin perredista, al lado de Beatriz Mojica Morga, candidata del PRD-PT a gobernadora, fue un mensaje dirigido al Partido de la Revolución Democrática en el sentido de que está decidido a apoyarlo con su cargo de gobernador, a cambio de que aquél lo mantenga en el puesto después del 26 de abril para terminar el periodo de gestión que le corresponde constitucionalmente a Ángel Aguirre Rivero.

Esa imprudencia ha chocado con su ofrecimiento de velar por la armonía política del estado y de asumir su papel de imparcialidad. Los mismos candidatos Héctor Astudillo Flores y Luis Walton Aburto lo fustigaron personalmente.

Ha ido de error tras error desde su toma de posesión. Su primera acción de gobernador fue tenderse de tapete del presidente Enrique Peña Nieto, cuando había declarado abiertamente que su “principal prioridad”, a partir de ese momento, sería el caso Ayotzinapa; o sea, “atender el reclamo justo para que se haga justicia ante los asesinatos de una señora, tres normalistas y un joven del equipo Avispones, que perdieron la vida”.

Hay que recordar la fiesta de una boda en la que apareció pomposamente y su salida a Puebla cuando el palacio de gobierno estaba en llamas.

Ahora, en plena ceremonia del informe de labores de Javier Saldaña Almazán, rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, otra vez se metió en asuntos que competen sólo a la autoridad electoral, reprochándole el hecho de no exigir como requisito la carta de no antecedentes penales a los candidatos.

El gobernador tiene que respetar la autonomía de los órganos electorales, igual que deberá hacerlo con los otros dos poderes del Estado o los ayuntamientos.

No tiene por qué decir que él siempre ha votado por la izquierda, si se ha comprometido a ser imparcial. Debe dejar que los ciudadanos voten libremente. No debe opinar de nada relacionado con las elecciones, al menos que sea de algún punto de carácter obligatorio que le señale la ley, como el hecho de proporcionar seguridad solicitada por las autoridades electorales para los candidatos o sus instalaciones.

Habrá que cuidarle las manos en tanto se desahoga el procedimiento para ratificarlo o quitarle el cargo, porque, como lo ha afirmado el coordinador de campaña de Movimiento Ciudadano, Ricardo Mejía Berdeja, se nota la necesidad de que desde el gobierno del estado se le dé respiración de boca a boca Mojica Morga, en una contienda en la que Walton la supera, y Astudillo, todavía mucho más.

Guerrero no está como para tener a un gobernador metido en campañas, cuando todos los días amanece convulsionado. Calladito se ve más bonito. n

isidro_bautista@hotmail.com