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Opinión

Miraron hacia atrás y el campo mexicano pagó las consecuencias

Rodolfo Villarreal Ríos

Miraron hacia atrás y el campo mexicano pagó las consecuencias

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Agosto 06, 2016 22:21 hrs.
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Una de las causas que dio origen a la Revolución Mexicana fue la situación prevaleciente en el campo. Sabemos que, en estos tiempos, invocar dicho movimiento armado no es precisamente lo de moda y para algunos hasta suena descontextualizado. Sin embargo, quienes no pertenecemos al grupo de aquellos que todo lo quieren explicar en la inmediatez del ahora, como sí los problemas no tuvieran un origen añejo, nunca dejaremos de recurrir al análisis histórico para tratar de entender en donde existió el punto de quiebre que terminó por generar primero una situación dual en el país y segundo actuar como un lastre para que el país pudiera crecer y desarrollarse. Aun cuando algunos piensan que dichos conceptos son lo mismo, existen diferencias marcadas que en el caso de nuestro país han sido expuestas de manera palpable a lo largo de los tiempos y que lo mismo ha generado problema de migración a las ciudades que hoy los causan con la expulsión hacia el país vecino. Todo ello, se deriva de que el modelo original de tenencia y aprovechamiento de la tierra propuesto por el grupo del norte fue sustituido por un retorno a la situación prevaleciente en el periodo colonial. Vayamos a dar un repaso a la forma en como desde los días de la lucha armada las posturas eran ya disímbolas entre los actores.
Todos conocemos como el gigoló-cobarde-sinarquista-nazi, José Vasconcelos convirtió en héroe al antiguo caballerango consentido de Nachito de la Torre y Mier, Emiliano Zapata. A este le cargó todo tipo de virtudes como héroe del campesinado nacional. Lo mismo, le atribuyó como propio, otros lo escribieron, el llamado Plan de Ayala al cual convirtió de una diatriba en contra de Francisco Ygnacio Madero González, en un documento ’santo’ de la lucha por la tenencia de la tierra. En esa labor de adoración, el sujeto execrable mencionado en la primera línea de este párrafo, contó con aliados demagogos como Paulino Martínez y Antonio Díaz Soto y Gama quienes en la Convención de Aguascalientes de 1914 expusieron que el plan referido habría de actuar como pócima mágica para el campo mexicano. Lo que se proponía era retornar a un tipo de propiedad de la tierra en donde todos tuvieran su pedacito de tierra que decían era lo románticamente prevaleciente en los años de la colonia. Ellos miraban hacia atrás para encontrar la solución del futuro. Sin embargo, había otros quienes consientes de las cosas positivas y negativas del pasado, miraban que en el presente debería de instrumentarse un proceso de cambio con rumbo para construir un futuro que generara riquezas y no simplemente el aplauso fácil del ahora pero que terminaría en la crítica atroz del mañana. En ese grupo estaban los hombres del norte, uno de los cuales si sabía lo que era hacer producir la tierra, crear tecnología y generar utilidades, su nombre era: Álvaro Obregón Salido.
Si bien, en 1914, Obregón no era sino el general más importante del Ejército Constitucionalista, tenía perfectamente delineado como instrumentar acciones para que el país produjera su sustento alimenticio primario. En ese contexto, durante la Convención de Aguascalientes, puntualizó que, aun cuando no estaba en contra del Plan de Ayala y reconociendo cuán importante era el problema campesino, no habría de ser con discursos demagógicos inflamatorios como se resolvería la problemática agrícola y mucho menos podría sacarse de la pobreza y el atraso al campesinado nacional. Fue a partir de dicha convención cuando claramente se delinearan los bandos revolucionarios y aquello se convirtió en una guerra civil. Unos buscaban armar el futuro repitiendo el pretérito. Otros plantaban retomar lo positivo del pasado para, en el presente, construir un futuro sustentado en el pragmatismo que llevara a generar y distribuir riqueza para las mayorías. Tiempo más tarde, Obregón haría del campo uno de sus temas durante sus escarceos por convencer a las mayorías de que él era la mejor opción para construir el México nuevo.
Para Obregon, uno de los mayores errores que cometían quienes creían que la reforma agraria era simplemente volver a la situación prevaleciente durante la colonia o los primeros años de vida independiente. Eso no le impedía reconocer la necesidad de dotar con tierras a una gran cantidad de campesinos que si se habían incorporado a ’La Bola’ era porque creían firmemente que al final les tocaría un pedazo de tierra en propiedad con lo cual habrían de abandonar las condiciones paupérrimas en que vivían. Sin embargo, el reconocer ello no implicaba que habría de realizarse sin procedimientos concretos y estableciendo metas muy claras, cualquier otra cosa llevaría al desastre. En 1919, en una reunión con la Cámara Agrícola Jalisciense, Obregón establecería claramente que para lograr el desarrollo de la acción agraria habría que transformar la forma de tenencia de la tierra encontrando una nueva forma de poseerla y eso lo planteaba a partir de la creación de la pequeña propiedad dotada de medios modernos de cultivo que le permitirían alcanzar mayor productividad, inclusive superior a la obtenida en las grandes propiedades tradicionales. Nadie lo dudaba, lo que por largo tiempo había sido el pilar fundamental de la producción agrícola en México tenía que dejar de serlo. Era requerido crear una nueva forma nueva de distribuir la tierra en el marco de la cual fuera factible encontrar una organización productiva que fuera más acorde con los tiempos que corrían, pero sobre todo que fuera capaz de sustentarse hacia el futuro basada en la utilización de técnicas productivas modernas. No se ponía en duda que la hacienda antigua del porfirismo estaba liquidada, lo importante era ver como sustituirla. Para Obregón, nada se ganaba con destruir las haciendas, antes de crear un nuevo tipo de propiedad, no beneficiaría a nadie y perjudicaría a la agricultura nacional. Arrasarlas mediante el uso de la violencia, a lo cual nosotros agregaríamos, como lo había hecho en sus días de ’gloria’ el caballerango Zapata, tampoco sería una solución. A esto, Obregón agregaba: ’No creo de ninguna manera que se deba recurrir al fraccionamiento de las propiedades para dotar de ellas a los pequeños agricultores, antes de que se haya logrado el desarrollo evolutivo de la pequeña agricultura.’ Sin embargo, Obregón no desconocía que algunos de sus compañeros de armas eran unos gavilanes y gustaban de hacerse de unas tierritas para asegurar la vejez.
En ese entorno, de acuerdo a la recopilación de documentos de Obregón, realizada en 1923 por Luis N. Ruvalcaba, titulada ’Campaña Política,’ el 19 de diciembre de 1919, Obregón le escribía a Roque Estrada indicando que diversos revolucionarios ’se han apoderado de las mejores haciendas en las regiones en que han operado.’ Asimismo, condenaba la violencia, significando con ello ’…los casos en que los jefes militares, con mayor o menor buena intención, pero sin sujetarse a ninguna ley ni a ningún estudio detenido de la materia, han procedido al fraccionamiento de grandes propiedades, siguiéndose a esta irregularidad, una situación falsa para los mismos agraciados y desastrosa para el propietario, a quien no se le ha sujetado previamente a un procedimiento legal.’ Aunado a esto, su preocupación fundamental era como hacer rentable el campo.
El modelo que mejor conocía era el tipo ’farms’ estadounidenses. Eso no era fortuito, Obregón como agricultor productor de garbanzo, e inventor de una máquina para su recolección, tenía una relación comercial muy sólida con el mercado de aquel país, el cual había visitado en varias ocasiones. En ese sentido, derivado de sus observaciones empíricas, proponía que en el campo mexicano fueran impulsadas las técnicas agrícolas, la mecanización de cultivos, al tiempo que se diversificaban y escogían aquellos de mayores rendimientos y que tuvieran mejores mercados, promover el desarrollo de la pequeña propiedad, en suma era generar una revolución verdadera en el sector agrícola para modernizarlo, mientras que a la par se ganaban tierras al desierto, a los pantanos tropicales para convertirlas en áreas productivas mediante la utilización de maquinaria, sistemas de riego y fertilización. En síntesis, lo que se buscaba era que los campesinos fueran entes desarrolladores de riqueza, algo en lo cual el gobierno habría de participar para dar el impulso necesario al inicio y después, una vez que el sector se hubiese consolidado económicamente, dejarlos operar en el marco de la ley. Ese planteamiento formaría parte del diseño de la política agrícola del estadista Plutarco Elías Calles quien agregaba que el ejido era simplemente una etapa transitoria y no un fin último. Sin embargo, los tiempos no le alcanzaron para consolidar dicho proyecto político-económico agrícola y otros vendrían a implantar su versión.
El presidente Lázaro Cárdenas Del Río, en su afán por desaparecer todo vestigio del llamado callismo, procedió a retomar la idea de que la liberalización y el éxito del campo habría de lograrse mediante la pulverización de la propiedad y en un acto que le ganó muchos aplausos entonces, se dio a la tarea de empezar la repartición de tierras de manera masiva. Todo mundo, se decía, tiene derecho a una parcela y así creyó cumplir con uno de los objetivos de la Revolución. Sin embargo, olvidó que no toda la tierra es apta para labores agrícolas y aun la que lo es, requiere de algo más que estar esperando a las benevolencias climáticas. Bajo el argumento de que somos la cultura del maíz, se dedicaron grandes extensiones a su cultivo, mientras se olvidaban de determinar que otras especies podían producirse, a la vez que la introducción de tecnología y los sistemas de riego no iban a la par de la dotación de tierras. Y a partir de ahí, dio inicio una competencia para ver qué administración repartía el mayor número de hectáreas. Para los años setenta, se decía que si fueran sumadas todas las extensiones dotadas, seguramente el país ya contaba con un tercer piso. Asimismo, fueron surgiendo todo tipo de vicios que enriquecieron a algunos y empobrecieron a otros. En paralelo a la agricultura de subsistencia surgió otra, manejada con enfoque de negocios y con fines de incrementar la producción, misma que fue consolidándose como una fuente generadora de divisas. Y ahí empezaron otros problemas, los campesinos que no podían cultivar sus tierras por carecer de recursos procedieron a rentarlas a otros y acabaron convertidos en jornaleros en terrenos de su propiedad. Otros cuyas posesiones no eran adecuadas para el cultivo y mucho menos contaban con la disponibilidad de medios para tecnificarlas, irrigarlas o fertilizarlas, las abandonaron y se trasladaron a las ciudades en donde en su mayoría vivían en condiciones de pobreza con toda la presión social que ello implica. Otros más decidieron emigrar, legal e ilegalmente, a los EUA. Pero eso sí, el campesinado siempre fue objeto de uso con fines políticos. Lo mismo fueron utilizados por la curia para irse a matar en la revuelta estúpida, La Cristiada, que fueron empleados por el sector privado como carne de cañón sinarquista hasta que los vendieron a cambio de prebendas durante el gobierno del Presidente Manuel Ávila Camacho, aun cuando la oferta principal les fue cumplida por el Presidente Carlos Salinas De Gortari cuando por fin autorizó que los ejidatarios pudieran legalmente enajenar sus tierras. Esta medida, en nada mejoró las condiciones de vida o de producción en el campo mexicano, salvo que acabó por concentrar aún más la propiedad y profundizar la división entre un sector productivo generador de riqueza y divisas y otro que lo único que creó, salvo honradísimas excepciones, fue miseria y acabó convertido en un lastre para el crecimiento y desarrollo del país.
Ni quien lo dude, en materia del campo mexicano triunfó la concepción de que era necesario volver al pretérito antiquísimo para cumplir con los postulados de la Revolución Mexicana. Sin embargo, hoy seguimos discutiendo sobre si se miden o no correctamente los niveles de pobreza, misma que tiene su origen primario en el campo o bien andamos demandando que otros se ocupen de dar forma de vida legal en otros lares a millones de compatriotas que ante la opción de morirse de hambre aquí o jugarse la vida cuando ilegalmente, optaron por esto último. Ambos fenómenos tiene su origen primario en la incorrecta instrumentación de una política agrícola que eso si hasta nuestros días sigue redituando ganancias a los vivales que los usan para ejercer presión a las autoridades en los diversos niveles de gobierno. Por otro lado, no se puede negar la existencia de un sector agrícola próspero y productivo, mismo que se ha desarrollado bajo la premisa que originalmente planteó el modelo del estado mexicano moderno que, por el triunfo de un grupo político sobre otro, acabó desvirtuado. Pero eso sí, muchas estatuas fueron erigidas, millones de campesinos acarreados, así como innumerables discursos laudatorios se han dicho, acompañados de aplausos estruendosos, en torno a Zapata y Cárdenas presentándolos como los adalides del campesinado nacional. Mientras tanto a Obregón Salido y Elías Calles se les vitupera porque tuvieron la idea ’aburguesada’ de querer convertir el campo mexicano en una fuente generadora de riqueza y hacer que el campesino fuera un ente productivo y no un sujeto utilizado, por todos, con fines políticos según lo demandara la ocasión o como lo dijera aquel secretario de agricultura del echeverrismo, Oscar Brauer Herrera, los campesinos no fueron organizados para sembrar sino para votar. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) Extraño caso. En México, son partidarios de: reducir la participación gubernamental; no incrementar el déficit público, ni los impuestos; abatir los servicios de asistencia social en pro de su privatización; prohibir el aborto, y reclaman sean condenados los partidarios del matrimonio homosexual. Sin embargo, cuando se trata de los EUA, actúan como matraqueros de quienes son seguidores de: una mayor participación gubernamental; la elevación del déficit y la carga fiscal, la socialización de los servicios de apoyo y la economía, mientras aprueban interrumpir el embarazo y las bodas entre personas del mismo sexo. ¿Habran reparado en ello o es que al cruzar el Río Bravo sufren una metamorfosis cerebral?
Añadido (2) Añadido (2). A los tartufos azules se les subió el color a casi morado. Allá por Sonora, pelean por ver en donde quedaron 400 millones de pesos derivados de las cuotas descontadas a los funcionarios del gobierno del estado que militaban en el PAN durante la administración de ese crisol de honestidad llamado Guillermo Padrés. ¿Acaso no era esa una práctica que criticaban a los priístas? Los dineros, dicen, no fueron entregados al panismo en Sonora, sino a un organismo denominado IEP Fuerza Sonora A. C. Mientras todos sacaban raja, ni quien gritara. Hoy que es hora de sálvese quien pueda, a denunciar trastupijes. Ah que los panistas. Siempre tan modositos, pero en cuanto los acercan al billete les sale su verdadero yo. Sobre ello pudiera disertar su líder; el chico maravilla queretano es un experto en la materia.

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