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Los pochos putrefactos de Arnaiz y Freg…


Textos en libertad

Los pochos putrefactos de Arnaiz y Freg…

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Junio 06, 2016 01:17 hrs.
Política ›
osé Antonio Aspiros Villagómez › diarioalmomento.com

En México, la impunidad no sólo es para los corruptos;

también para los violentos,

a quienes sólo les anuncian que ’no lo vamos a permitir’.



Hubo en México un historiador de la generación de los neocientíficos, articulista del diario Excélsior, conferencista irónico, viajero, gourmet y maestro universitario, llamado Arturo Arnaiz y Freg (1915-1980), que desempeñó el cargo de jefe de prensa en algunas dependencias gubernamentales.

Entre ellas figuró el Instituto Mexicano del Seguro Social, al comenzar la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, y allí fue donde este tecleador le oyó gritar ’pocho putrefacto’ a uno de los empleados, cuando éste le dijo que no había ’checado’ su tarjeta de asistencia. Y ‘checar’, adaptado del verbo inglés to check, sólo aparece en el diccionario de la Academia como un mexicanismo que significa ‘chequear’, anglicismo también y traducido como ‘comprobar’.

Arnaiz -de cuyo deceso se cumplirán 36 años este 13 de junio- dejó una abundante bibliografía sobre personajes y sagas de la historia de México, pero nada sobre la lengua española, a pesar de su fama como defensor del purismo idiomático, es decir, opuesto a los extranjerismos y neologismos.

De hecho, el tecleador fue admitido por él en el Departamento de Prensa del IMSS, no tanto por el contenido del boletín que hizo como prueba para lograr el empleo, sino por cómo lo redactó. Le importaba mucho la corrección al escribir. Aunque, tal vez, si hoy leyera este artículo, lo reprobaría por algún desliz lingüístico.

Pero, más que eso, armaría una verdadera revolución retórica y no sólo una simple polémica, al ver cómo, sin rubor alguno, los publicistas y los comerciantes se han convertido en algo más que putrefactos con sus campañas comerciales dirigidas al mercado mexicano.

Frases como ’back to school’, ’free’, ’for sale’, ’hot sale’ y muchas otras, que ahora se ven en todo tipo de anuncios y hasta en los aparadores de tienditas pueblerinas -nos consta-, no son pochismos, sino abiertamente expresiones del inglés mezcladas con español en el resto de los anuncios, que irritan a muchos hispanohablantes, mientras que para otros han de ser ’de mucho mundo’.

Hoy, a los políticos les gusta ofrecer ’inglés e Internet’ en las escuelas: A otros, nos gustaría más Historia y español.

…y los cuentos marcianos de Bradbury

Otro personaje cuyo aniversario luctuoso se recordó por estas fechas -murió el 5 de junio de 2012- es el escritor estadunidense Ray Bradbury. Se le recuerda más por sus cuentos y novelas de temática extraterrestre, en particular por sus ‘Crónicas marcianas’, que lo lanzaron a la fama en 1950.

Por eso, tal vez, en su conjunto de relatos ‘Siempre nos quedará París’ (Planeta- Minotauro, primera edición, 2015, 206 páginas) incluye un texto genial acerca de cómo enloquecen los primeros terrícolas que llegan a colonizar Marte, planeta donde encuentran las ruinas de una civilización.

El título del libro es engañoso y sólo corresponde a uno de los 21 cuentos incluidos, y que no parece ser el mejor, por cierto. Pero el conjunto muestra la vasta creatividad del escritor, quien en la introducción comenta que sus historias no fueron meditadas, sino que obedecieron a ’grandes explosiones de ideas’ y a ’pequeños impulsos’ a lo largo de su vida.

En su mayoría los relatos ocurren en escenarios estadunidenses, sus argumentos tienen gran carga de sorpresa y están escritos en un estilo sin complicaciones, que permite meterse de lleno en los personajes y sus vicisitudes.

Un poema titulado ‘Norteamérica’ cierra el volumen, pero no porque Bradbury no hubiera escrito ninguno más y fuera necesario agregarlo a la prosa. Hizo muchos otros, pero el valor de esa poesía en particular, se lo dan su crítica y reflexión sobre Estados Unidos como tierra de migrantes, y sobre el hecho de que sus habitantes nativos no se dan cuenta de que ellos, los estadunidenses, son ’el sueño de otros’. Él mismo fue hijo de una inmigrante sueca.

Quien fue vendedor de periódicos en su juventud y rechazó la universidad porque allí ’no se aprende a escribir’, vivió 91 años y el epitafio de su tumba dice ‘Autor de Fahrenheit 451’, por lo que seguramente esa fue su obra favorita, premonitoria, por cierto, aunque él decía que en su producción literaria no predecía, sino daba avisos, y sobre el argumento de esa novela comentaba que, peor que quemar libros, era no leerlos.

Desde 1992, un asteroide lleva el nombre de Bradbury, extraordinario personaje que tuvo una formación autodidacta, lograda en las bibliotecas.




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José Antonio Aspiros Villagómez
Licenciado en Periodismo
Cédula profesional 8116108 SEP
antonio.aspiros@gmail.com

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