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Opinión

Los caballeros demandaban nos invadieran… ! para salvarnos ¡

Rodolfo Villarreal Ríos

Los caballeros demandaban nos invadieran… ! para salvarnos ¡

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Julio 29, 2016 20:59 hrs.
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Como siempre lo ha sido, al otro lado del Bravo nunca han faltado almas pías quienes busquen por todos los medios como habran de salvarnos (¡!) de nosotros mismos. Lo mismo han sido políticos, hombres de negocios, líderes religiosos o bien ciudadanos quienes tras una funda de samaritanos buscan llevar agua a su molino. Así sucedía hace noventa años cuando nuestro país estaba en proceso de constituir y consolidar el estado mexicano nuevo que, aun con todos los errores que tuvo, ha sido el único que ha funcionado a lo largo de nuestra historia. Sin embargo, entonces eran muchos los intereses y privilegios que se afectaban y los jerarcas, adentro y afuera, de las instituciones afectadas utilizaban cuanto mozo de estribos tenían bajo su férula para ver como impedían que lo propuesto se consolidara. En ese contexto, aprovecharon que en los Estados Unidos de América estaba por llevarse a cabo la Convención Nacional de los Caballeros de Colón en la cual se agrupaban ciudadanos profesantes de la religión católica a quienes convencieron que el demonio andaba suelto al sur del Bravo. Pero antes de ir a los acontecimientos de 1926, comentaremos brevemente sobre su nacimiento para después analizar sus acciones de salvación (¡!).
El origen de esta organización data del 2 de octubre de 1881 cuando el sacerdote, Michael J. McGivney reunió, en el sótano de la iglesia de Santa María ubicada sobre la avenida Hillhouse en New Haven, Connecticut, un grupo de fieles a quienes les propuso formar una agrupación cuyos miembros tuvieran como divisa, y juraran, defender su país, sus familias y la fe católica. Finalmente, casi seis meses más tarde, el 29 de marzo de 1882, nacería formalmente la institución en comento como una sociedad mutualista. No sería sino hasta el 18 de septiembre de 1905 cuando se establecería en nuestro país bajo el impulso del general Juan B. Frisbie. Sin embargo, durante aquellos años, fue en los EUA en donde la organización tuvo un crecimiento sustancial en su membresía al pasar de 460 miembros en 1884 a 700,000 agremiados en 1928, llegando a ser conocida como ’el brazo derecho fuerte de la iglesia católica,’ teniendo momentos de esplendor durante el papado de Ambrogio Damiano Achille Ratti, Pío XI a quien quisieron servirle tratando de encontrar , a su manera, una solución al conflicto Estado-iglesia que se vivía en nuestro país durante el verano de 1926.
El 3 de agosto del año enunciado se reunieron, en Philadelphia, Pennsylvania, los Caballeros de Colón para efectuar su convención nacional. Como muestra de que contaban con el apoyo de la máxima jerarquía católica, previo al inicio del evento, fue celebrada una misa oficiada por el arzobispo de Philadelphia, Dennis Joseph Cardenal Dougherty. Al abrirse el evento, el Caballero Supremo, James A. Flaherty declaró que ’antes de que concluya esta convención vamos a tratar de una manera inequívoca la situación [el problema religioso] en México,’ dado lo ambiguo de tales palabras, podría agregarse en el mismo lenguaje, ’whatever that means.’ Encarrilado, continuó, espetó ’la crisis presente es una de las cosas más importantes que tendremos que considerar.’ Escuchando la perorata, sentados en la primera fila, estaban cuatro representantes de los católicos mexicanos a quienes se dirigió y les dijo: ’Ruego a Dios que al concluir esta convención puedan regresar a su país natal y les sea permitido entrar.’ Pero no solamente de México se ocupaban los católicos fervientes, otros personajes merecían su atención.
De ello estuvo encargado el antiguo presidente de los Caballeros de Colón, Edwin L. Hearn quien declaró que se desvivió en elogios para ’el Duce’ Benito Mussolini, entonces líder de Italia y quien en el futuro habría de formar la trinca infernal junto con la bestia austriaca (Hitler) y el carnicero de Georgia (Stalin). El ciudadano Hearn declaró que el gobernante italiano era una figura sobresaliente de Europa. Sin embargo, no paró ahí. Añadió que ’el mundo, aun cuando no se percate de ello, tiene una deuda con Mussolini.’ Para reafirmar la admiración, apuntó: ’Cualquier cosa que extinga su liderazgo en Europa permitiría que la hiedra que crece en Moscú se extienda y domine el mundo. Él habrá de proporcionar una ayuda única a Italia, mejor que ningún otro estadista. Él ha hecho un gran servicio a Italia, pero más que nada al mundo civilizado.’ Pero no vaya a creerse que solamente los Caballeros de Colón alababan al Duce. La revista ’Catholic World’ criticaba a la prensa estadounidense por dar una cobertura amplia a las atrocidades que cometía el ’angelito’ italiano, mientras que poco reseñaban las tropelías que sucedían en el patio vecino al sur de la frontera. Aquello no era fortuito, ni producto de amores libres, tenía una razón muy poderosa. Mientras que en México, se buscaba marcar la separación Estado-iglesia y que cada quien operara en su ámbito de acción, en Italia estaba en marcha el proceso de negociaciones, que culminarían el 11 de febrero de 1929, mediante las cuales habrían de firmarse los Tratados de Letrán que dieron origen al Estado Vaticano y como dirían años después los estadounidenses respecto a los gorilas centro y sudamericanos, la jerarquía católica pudo haber mencionado: ’pues sí, Mussolini es un hijo de la chi…, pero es nuestro hijo de la chi…’ y vaya que les salió generoso su protegido. Pero volvamos a la convención de los caballeros.
Para el segundo día de la reunión, aquello fue enfocado a los ataques que, según los convencionistas, habían sufrido ciudadanos estadounidenses en México. Según ellos, habían sido insultados, vejados y expulsados sin consideración alguna. Un tratamiento que, decían, en nada se parecía al que los estadounidenses otorgaban a los mexicanos que acudían a territorio estadounidense. Por ello, demandaron al Presidente Calvin Coolidge que tomara las medidas pertinentes para que el gobierno de México se condujera con civilidad. Para mostrar que aquello iba en serio, los Caballeros de Colón autorizaron otorgar un millón de dólares para emprender una campaña educativa, eufemismo bello para encubrir el apoyo destinado a la compra de armas y municiones, para terminar con la influencia soviética que se desarrollaba en México. Según apuntaban, en nuestro país ’la filosofía soviética controlaba el ejército. La familia es un mito y el matrimonio está en degradación…las libertades civiles y religiosas han sido suprimidas. El sistema político en Mexico se ha creado bajo los auspicios estadounidenses, apoyado por el ejecutivo de este país quien mientras desconoce a Lenin y Trosky ha aceptado dar reconocimiento a [Elías] Calles y Obregón quienes apoyan la forma de gobierno bolchevique.’ Ante ello demandaban que el presidente y el departamento de estado actuaran firmemente, léase enviaran los marines, para poner fin a esa situación. Ante esto, las autoridades estadounidenses declararon que efectivamente en el departamento de estado habían sido recibidas un buen número de quejas al respecto, mismas que habían sido remitidas al, embajador, el peor en toda la historia apuntamos nosotros, estadounidense en México, James Sheffield para que las investigara. No obstante ello, el Presidente Coolidge declaró que a él no le había llegado directamente ninguna queja por parte de los Caballeros de Colón, pero que llegar a recibirla habrase de analizarla.
Finalmente, el 12 de agosto, la resolución caballeresca pidiendo intervención fue recibida por el secretario de estado Frank B. Kellogg quien daría audiencia a los representantes del grupo. Al entrevistarse con los emisarios, Kellogg les comunicó que la política estadounidense seguiría siendo la misma. Sin embargo, lograron concertar una cita entre cuatro miembros del Consejo Supremo delo Caballeros de Colón y el Presidente Coolidge, fijando fecha para el 1 de Septiembre de 1926.
En principio, el Presidente Coolidge les mencionó que no tomaría ninguna decisión respecto a México hasta no conocer el reporte del embajador Sheffield. Después de la charla, Flaherty convocó a una conferencia de prensa en la cual apuntó que los caballeros se oponían al levantamiento del embargo de armas, pero que continuaban apoyando el reconocimiento al gobierno del Presidente Elías Calles. Flaherty acusó a las administraciones de Woodrow Wilson y Warren G. Harding de ser los responsables de un mal manejo político en su relación con México, lo cual había creado la situación que entonces prevalecía. Sin embargo, pronto habría una respuesta conclusiva.
El 8 de septiembre, el presidente Coolidge anunció que los EUA mantendrían uan politca de ’manos fuera’ respecto al conflicto religioso en México, el cual era un asunto interno del país vecino al sur. ’El gobierno estadounidense no habrá de responder afirmativamente a la propuesta de los Caballeros de Colon de enviar tropas a México para resolver la disputa.’ Al día siguiente, los Caballeros recibirían la noticia de que toda su correspondencia a México estaba prohibida como consecuencia de sus ataques a las autoridades mexicanas. Sin embargo, ahí no paro todo,
A mediados de mes, el jefe del Comité el Fondo de Ayuda para México, John A. Reagan envió un comunicado a los miembros de la agrupación pidiéndoles su cooperación para juntar el millón de dólares prometido. Con ello buscaban armar a 800,000 hombres quienes irían a derrocar al ’gobierno bolchevique.’ La colecta no tuvo el éxito esperado y el millón de dólares quedó en simple promesa. Sin embargo, ello no detuvo los afanes intervencionistas-conspiracionistas. En New York, miembros de los Caballeros rentaron un apartamento y bajo el liderazgo del director del magazine, América, el sacerdote jesuita, una vez más un religioso de esta orden conspiraba en contra de México, Joseph Wilfrid Parson. De acuerdo a uno de los miembros de la maquinación, Roy Bowie, el Supremo Caballero, James A. Flaherty, había enviado un telegrama al papa informándole que: ’el 12 de octubre, México estará libre del callismo y los derechos de la iglesia serán restaurados. Obregón y oficiales en la ciudad de México han garantizado protección total a las propiedades de la iglesia y a la vida de los clérigos. Calles habrá de ser sustituido por un ejecutivo amigo. Los mexicanos estarán cien por ciento con su santidad.’ Esto resultaba fantasía pura. El pensamiento religioso de Obregón estaba más que claro, no iba a entregarse a quienes no lo querían ni tantito, como lo habían demostrado y lo harían posteriormente. Pero los Caballeros de Colón estadounidenses y sus seguidores mexicanos no descansarían. En 1927, patrocinaron el viaje a México, durante seis semanas, del capitán Francis McCullagh quien al año siguiente publicaría un libro titulado ’Red Mexico: A Reign of Terror in America,’ en el cual lo mismo ataca al gobierno mexicano llamando al presidente Elias Calles un dictador medio salvaje que odiaba a los EUA y el idioma inglés, que al presidente Wilson y a la prensa estadounidense por no dar cobertura a los sucesos mexicano, aun cuando al respecto había información más que plena. Co ello, McCullag y sus patrocinadores demostraban que escribían con el estómago. Les hubiera bastado con revisar los diarios estadounidenses entre 1924 y 1927 para conocer lo que el estadista mexicano Elías Calles decía respecto a las relaciones México-EUA. Como resultado de la publicación del libelo, los Caballeros fueron criticados fuertemente aun por miembros pensantes e la curia como el sacerdote John A. Ryan quien expresó su desacuerdo con opiniones de un calibre tan visceral. Ello pudiera ser el epilogo para la actitud intervencionista que enfundada en la piel de samaritano han adoptado diversas organizaciones a lo largo de la historia y que ya sabemos no tienen otro objetivo sino meter su nariz en nuestros asuntos domésticos. Valga el relato simplemente para recordar la importancia de que mexicanos oficiosos no anden queriendo entrometerse en lo que compete a la vida interna de otras naciones. Cuando sucede a la inversa no alcanzan los lienzos para confeccionar lábaros patrios en los cuales buscamos ensabanarnos. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1): Hasta cuándo van a comprender que nada ganan con atacar o publicitar aquí a uno u otra, eso no habrá de influir más que en las mentes de quienes creen que las elecciones de los EUA son decididas en México. Lo que por estos lares lleguen a creer algunos es fantasía pura. Por favor, revisen la historia. No importa a quien decidan elegir las fuerzas del poder real, a través de los ciudadanos estadounidenses, al final de cuentas el ciudadano Trump o la ciudadana Rodham-Clinton habran de gobernar en función de los intereses de su país, y el nuestro, salvo como ha sucedido en ocasiones contadas, será un mero elemento accesorio. Así que a dejar a un lado estridencias que no trascienden las montañas del Valle de México, ni mucho menos llegan a cruzar las aguas broncas del Río Bravo. Solamente bajo la premisa del nacionalismo pragmático es factible hacer predominar el respeto en la relación.
Añadido (2) Contrariamente a la creencia, es durante los momentos de oscuridad intensa cuando los perfiles son percibidos con nitidez plena
Añadido (3) Lejos han quedado aquellos tiempos cuando eran el partido de la gente decente. La llegada al poder les produjo una indigestión perene. Hoy, para resolver sus diferencias y aligerar el estómago, acostumbran vomitarse unos sobre otros. Ojalá y no tengamos que enterarnos de algo peor.
Añadido (4) Cuando esperábamos que el ciudadano Bergoglio Sivori indignado, a voz viva, condenara la atrocidad que cometieron en Normandía con uno de los suyos, Jacques Hamel, mandó a su vocero a declarar lo de ’cajón.’ Posteriormente, rapidito, minimizó el hecho y cambió el enfoque. No fue el mismo énfasis que cuando publicitaba la aceptación de refugiados sirios en el Vaticano. ¿Acaso el sacrificado no pertenecía a su línea política y por eso la indiferencia? O ¿Fue porque un evento como el acontecido echa por tierra su narrativa de que los musulmanes son unas palomas blancas? ¿En verdad todas las religiones buscan la paz?

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