RODOLFO VILLARREAL RÍOS

LAS AMBICIONES SE AVIVARON AL SURGIR AQUELLA “MINA DE PETRÓLEO”

Plata Pura

LAS AMBICIONES SE AVIVARON AL SURGIR AQUELLA “MINA DE  PETRÓLEO”

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Marzo 20, 2015 18:46 hrs.
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Tres días atrás, mientras observábamos las notas acerca de los eventos para celebrar el mito de la expropiación petrolera, dada nuestra ignorancia vasta, nos surgió una pregunta: ¿Cuándo fue que el petróleo se introdujo en la vida de la nación? Sin embargo, antes de comentar lo que encontramos como respuesta, habremos de pertrecharnos pues alguien podría lanzar el primer pedrusco y, ensabanado en el lábaro patrio, tacharnos de antimexicanos. Por ello, le recordamos, lector amable, lo que aquí en este espacio hemos apuntado en ocasiones anteriores, a “la expropiación,” siguieron los permisos para que capital japonés invirtiera en el sector; de no haber sido por los dineros de la bestia austriaca y el “duce” italiano el crudo mexicano hubiera tenido que permanecer en el subsuelo pues nadie lo hubiera comprado; hubo empresas inglesas explotando petróleo en México hasta 1954; y, por sí alguien no lo recuerda, existió una empresa perforadora con capital estadounidense llamada “Arbusto” que hizo grandes negocios en nuestro país durante los años cincuenta y sesenta, además de otras con capital privado nacional y extranjero que, hasta nuestros días, operaron en el sector petrolero, por todo ello es que afirmamos que la expropiación petrolera fue un mito que nos vendieron e ingenuamente compramos. Una vez aclarado el punto, vayamos a lo que encontramos para cubrir nuestro poco conocimiento sobre el tema.

Aun cuando el sinarquismo hecho gobierno instauró que la fecha se obvie, hoy celebramos el aniversario número ciento nueve del natalicio del estadista Benito Pablo Juárez García. En ese contexto, nos pusimos a hurgar en los archivos con la finalidad de escribir algo al respecto. Sin embargo, nada llamaba nuestra atención suficientemente hasta que ya a punto de decidir que optaríamos por otro tema, nos encontramos con una carta firmada por el entonces embajador mexicano ante el gobierno de los Estados Unidos de América (EUA), Matías Romero Avendaño.

El documento, originado en Washington, D.C. y fechado el 5 de abril de1865, iba dirigido al ministro de relaciones exteriores, Sebastián Lerdo De Tejada, quien junto con el estadista Juárez y otros Hombres de la Reforma, estaban instalados en Paso del Norte, Chihuahua mientras sostenían la lucha por convertir en nación lo que era un conglomerado de feudos, algo que necesariamente pasaba por expulsar al barbirrubio austriaco y su corte de lacayos apátridas. La misiva era iniciada por Romero Avendaño, sin ocultar su sorpresa, indicando: “Seguramente habrá llegado la noticia de usted que en este país y principalmente en el Estado de Pennsylvania se han descubierto veneros de aceite mineral o petróleo, que están produciendo riquezas fabulosas, pues a medida que aumenta la cantidad de aceite se descubren nuevas aplicaciones de él a la industria y a las necesidades de la vida y, si la producción sigue como hasta aquí, el aceite sustituirá dentro de poco al carbón de piedras y a la leña y será el único combustible que llegue a usarse.” Pues, vaya que Don Matías no andaba errado, y mucho menos otros que ya oteaban el negocio en el ambiente.

Acto seguido, el oaxaqueño escribía: “Esta nueva fuente de inmensa riqueza descubierta en este país [los EUA], ha hecho pensar a los especuladores de mayor espíritu de empresa que en México debe haber veneros más ricos que los de Pennsylvania, cuya teoría parece sostenida por la configuración geológica de la República.” Al leer esto, de pronto, nos pudimos sustraernos a pensar en la posibilidad de que ese haya sido otro de los motivos, hasta hoy nunca invocado, por el cual los franceses y el austriaco tenían tanto interés en apropiarse de estas tierras. Pero dejemos elucubraciones y volvamos al cuerpo del documento.

Ninguna duda existía que los estadounidenses ya oteaban el negocio. En ese contexto, el diplomático mexicano apuntaba: “El hecho de que algunos especuladores han solicitado ya o están para solicitar privilegios del Supremo Gobierno para trabajar los veneros de aceite que haya en la República, me pone en el deber de trasmitir a ese Ministerio los informes que están a mi alcance sobre la naturaleza de esos veneros y lo que de ellos puede esperarse para que no vaya a ser sorprendida la buena fe del Supremo Gobierno.” Adjunto a la misiva, iban un par de ejemplares de periódicos. Uno, fechado el 16 de febrero de 1865, el “City Register,” publicado en Oil City, Pennsylvania y otro del “World,” editado el 1 de marzo en New York, en los cuales se describían las características de los yacimientos en Pennsylvania. Una vez que los proveyó con información, el embajador procedió a informar específicamente sobre los interesados.

“Hace poco que Mr. Web W. Clark, comerciante de Nueva York en petróleo, vino a verme para manifestarme su disposición de trabajar las minas de ese género que haya en los Estados de Campeche, Tabasco y Veracruz, si podía obtener algunas concesiones del Supremo Gobierno. Después de manifestarle nuestra buena disposición para animar a los capitalistas extranjeros y principalmente a los de los Estados Unidos a que invirtieran sus fondos en desarrollar los elementos de riqueza que hay en México, le dije que me comunicara por escrito las ventajas que deseaba obtener y la compensación que por ellas estuviera dispuesto a dar para trasmitir sus proposiciones al Supremo Gobierno. Me ofreció hacerlo así; pero hasta ahora no he recibido sus propuestas.” Estas palabras podrían dar pie para que los enemigos eternos del juarismo pudieran decir: “he aquí una muestra de lo vende patrias que eran.” A ello, nosotros responderíamos, eran hombres pragmáticos conscientes de que para crear la nación era necesario abrirse a la participación de aquellos que tenían el “know how,” el recurso en el subsuelo no sirve de nada, no genera riqueza y mucho menos ayuda a construir la patria. Pero mientras Mr. Clark pedía informes, otro de sus paisanos ya estaba aquí.

Así lo confirmaba Romero quien señalaba: “Anoche llegó a mis manos una solicitud de Mr. [N.] Protos, de Portland en que manifiesta que posee ya cuatro veneros en el Estado de Tabasco y pide privilegio exclusivo para beneficiar en la República el aceite mineral. Hoy se la contesto, dándole una idea de la manera en que debe de hacerse un ocurso al Ministerio de Fomento y ofreciéndole enviar su solicitud cuando la remitiera a esta Legación.” Aquí cabe precisar en donde estaban y como aparecieron esos “cuatro veneros en Tabasco.” Resulta que un día de 1863, un sacerdote católico, Manuel Gil y Sáenz fue víctima de la distracción de quien le servía de guía y de pronto, cerca de Tepatitlán, Tabasco, acabo extraviado y con su caballo atascado en medio de una sustancia pegajosa que le impedía avanzar con facilidad. En el lenguaje de aquellos tiempos, lo que se acababa de encontrar era “la mina de petróleo de San Fernando.” Si hubiera vivido en los tiempos actuales, seguramente alguien habría dicho que era guadalupano y el diablo lo llevó, como castigo, a los veneros que ya le había escriturado a la patria. Sin embargo, como seguramente sabia sobre teología, el padre Gil y Sáenz no paró en elucubraciones y con pragmatismo procedió a crear lo que podríamos decir fue la primera empresa comercial en el ramo, cuyo propósito era vender el producto en el mercado estadounidense. Envió diez latas a New York, pero el precio era muy bajo y no tuvo mayor éxito, aun cuando si despertó las ambiciones de otros que ya veían hacia donde apuntaba el futuro.

Un futuro que muchos años después habría de alcanzarnos y seria siempre motivo de acechanzas, negociaciones y según la pericia de nuestros gobernantes, nos redituaría beneficios o perjuicios. Y en esa controversia continuamos, entre aquellos que insisten en ensabanarse en el lábaro patrio y claman que debe prevalecer “submecatum,” la participación del capital privado nacional y extranjero en la actividad petrolera y quienes optamos porque se retome el modelo original propuesto por los hombres del norte quienes proponían el estado como rector de la actividad petrolera dando espacios a los inversionistas nacionales y extranjeros en el marco de principios claramente especificados en la ley bajo la premisa de que no esperaban que hermanas de la caridad vinieran a participar en la actividad petrolera. Una industria que se inicia, muchos años antes, cuando no se pasaba de extraer chapopote y los Hombres de la Reforma luchaban por conjugar en una nación lo que era un puñado de feudos en donde los intereses de algunos buscaban impedir que se consolidara el interés supremo de la Patria. vimarisch53@hotmail.com

Añadido: A Jesús Reyes Heroles le siguen debiendo un homenaje los panistas, especialmente los coahuilenses. Gracias al apoyo del tuxpeño, adquirieron presencia en la entidad. Con sus hechos confirmó lo que el Gobernador de Coahuila, Oscar Flores Tapia aseveraba: “Lo único que Reyes Heroles tiene de revolucionario es su suegro, Federico González Garza.” VIMARISCH.

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