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Hablemos de geopolítica o de ecopolítica II


Opinión

Hablemos de geopolítica o de ecopolítica II

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Abril 20, 2016 21:07 hrs.
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Sergio Enrique Castro Peña › guerrerohabla.com

En una ocasión, cuando por cuestiones de trabajo formamos parte de un grupo de trabajo cuyo propósito era presentar el informe de las actividades realizadas con un primer crédito otorgado por el Banco Mundial (BM) a una instancia gubernamental que obviaremos su nombre. Asimismo, tomando como base los resultados de ese primer crédito, estaba proyectado solicitar el otorgamiento un segundo préstamo, que si bien era una ampliación del primero, su carácter y sus objetivos eran diferentes. Al actuar como líderes del grupo mexicano, nuestros contactos con los funcionarios de dicha institución fueron constantes. Con ellos discutíamos, los términos bajo los cuales el BM estaba dispuesto a otorgar el crédito y nosotros exponíamos la postura-respuesta de la contraparte mexicana. Todo esto, sucedía en el sexenio del Presidente Miguel de la Madrid Hurtado, cuando la posición de nuestro gobierno no era muy fuerte.
Al finalizar los trabajos de una de las reuniones más tensas, en donde las posiciones tanto las del BM como la parte mexicana no cedían, se me acercó el jefe del grupo del BM y menos cuestionó acerca de nuestros planes para desayunar con alguien al día siguiente. Nuestra respuesta fue que no teníamos nada especial en la agenda. Ante ello, su réplica fue que nos reuniéramos a desayunar para platicar sobre las posiciones que tenía cada grupo, y buscar un punto común que destrabara las negociaciones, a lo cual accedimos. Durante el desayuno, nuestras posturas continuaban lejanas. De pronto, nuestra contraparte del BM nos preguntó: ¿conoces la ley de oro?, a lo que contestamos que sí, que todo el mundo conoce esa ley; ’tratar a los otros como queréis ser tratados’. No, fue su réplica, la ley de oro es: ’el que tiene el oro, pone la regla’. Con eso, nos quería decir, que aparte del carácter que el BM difundía de ser una institución de ’apoyo’ a los países para que lograran su desarrollo, tenían un dueño, los Estados Unidos de América y, como todo dueño, tenía todo el derecho de imponer sus condiciones. Por lo tanto, sí nosotros queríamos ese crédito, tendríamos que aceptarlas. Pero que estarían de acuerdo en aceptar algunas de nuestras propuestas, siempre y cuando no afectaran la posición fundamental del BM. Nuestra respuesta fue que lo consultaríamos. Procedimos a informar a nuestros superiores y ellos, a su vez, consultaron a la cabeza de las negociaciones, la secretaría de hacienda. La secretaría sabía de antemano la posición del BM y la posición del país para negociar, pero querían saber si podían logar un espacio que les permitiera crear un antecedente que sería usado en los otros créditos. Por desgracia, eso también lo sabía el BM.
Lo anterior, servirá de colofón para explicar, -no convencer- muchas de las acciones, programas y políticas, en términos electorales, fiscales y económicas (principalmente las concernientes a su gasto –combatir la inflación- y a las estrategias de manejo y desarrollo de su industria petrolera) que el gobierno tuvo que implementar, no solo a nivel federal sino también estatal.
A partir del final de la Segunda Guerra Mundial, México no fue inmune a los cambios que se estaban generando y de las nuevas estrategias para fomentar una transformación de nuestra estructura productiva y dejar de ser un país mayormente rural a uno basado en la industria, esto es, realizar una reconversión total de nuestra economía. En los años sesenta nos encontrábamos a la par, en cuanto el producto interno bruto de Japón y Corea del Sur. Sin embargo, aquí tenemos que hacer una aclaración, nuestra paridad, lo mismo es para Corea del Sur, con Japón terminaba con el PIB, dado que por ningún motivo podríamos igualarnos en términos de productividad, competitividad, nivel educativo, científico y tecnológico. La fuerza y la capacidad de producción de Japón, inhibidas por la destrucción sufrida en la reciente conflagración, no era más que eso, una inhibición.
Sin embargo, la selección de las estrategias utilizadas tanto en Corea, como en México, no pudieron ser más disímbolas, de igual manera que su situación histórica en la estrategia geopolítica de los Estados Unidos. Corea del Sur se convirtió en una pieza fundamental para EU, en su lucha en contra del avance del comunismo, mientras que nosotros seguimos siendo un país no problemático, pero sí con un blindaje lo suficientemente fuerte para darnos una especie de inmunidad anticomunista. Sin embargo, tenemos una ventaja que sigue vigente: una frontera común, misma que nunca aprovechamos en su totalidad y esa falta de visión, tanto gubernamental como empresarial fue dejada de lado.
Los años setenta, se caracterizan por el primer intento gubernamental de incidir en el proceso de reconversión industrial y de lograr convertir al país de uno rural a otro predominantemente industrial, de combatir y revertir el proceso de centralización, a un desarrollo que se desenvolviera de igual forma en más entidades de la federación. Se trataba de utilizar una estrategia ecopolítica dado que no solamente implicaba una descentralización del aparato burocrático del gobierno federal, incluía, también, una estrategia de inversión en los medios de comunicación, de industrialización, educación, salud y seguridad.
Los resultados del crecimiento del PIB obtenidos durante el período en las décadas de los cincuenta a los setenta, que en promedio fue casi del 90%, nos hacía pensar que México estaba en camino, como Corea del Sur, a convertirse en un país desarrollado. Sin embargo, a partir del 1982, primero con la inflación importada de EUA y en 1985 con el terremoto, el crecimiento promedio por decenio descendió al 20%, casi cuatro veces menor al obtenido en el período 1950-1980. Lo cual nos explica, el por qué, una estrategia gubernamental tan exitosa, tanto de fomento al crecimiento económico, como a la política de descentralización y desconcentración, obtenida en ese lapso, tuvo que ser relegada y puesta en las manos de un grupo empresarial, cuya visión no traspasaban los linderos de Cuautitlán. Reproduciendo en las entidades estatales y sus capitales, el modelo centralista de la Cd. de México.
Sin embargo, a pesar de los niveles de crecimiento y la capacidad motora de la economía, que representó la intervención del gobierno en la economía identificada, como ’economía mixta’, en la crisis presentada en 1982, -de la cual no se ha recuperado nuestro país-, se siguieron desestimando factores externos reales, como exportación de la inflación de EU, en México.
La década de los setenta, constituyó, en muchos aspectos, un punto de inflexión en nuestro crecimiento, desarrollo y composición de nuestro país. Al mismo tiempo, definió el comportamiento de las próximas generaciones. Como primer paso, tenemos la estrategia de privilegiar el desarrollo industrial, para que se constituyan mediante sus efectos en las cadenas de producción en motores del desarrollo regional, en muchos casos funcionó, sin embargo, también se constituyeron en ejemplos de una mala planeación, con vergonzosos elefantes blancos. En el segundo, se utilizó la política de ’empobrecer al vecino’ al desviar los recursos financieros del campo a las áreas urbanas, con el fin de que el primero produjera alimentos baratos y con ello, el sueldo real de los trabajadores no se viera afectado, a pesar de los costos del traslado de los alimentos del campo a las ciudades. El tercero, fue la concentración de la inversión pública en las áreas urbanas especialmente en comunicaciones, privilegiando el uso del automóvil al trasporte público; en los servicios de sanidad, salud, vivienda, educación en todos sus niveles –pública y privada-, repercutiendo en los costos y la demanda comparativas, por el simple efecto del tamaño, en donde los urbanos eran menores que los del campo.
Lo anterior, origina un efecto de emigración poblacional del campo a las ciudades, de tal manera, que se produjo una despoblación en las zonas rurales y una caída significativa en la producción agrícola. Para solucionar esto, se utilizó una estrategia vieja: no la tecnificación, tampoco destinar recursos financieros a crear infraestructura hidráulica y a sus actividades de operación, se favoreció el control político a la estrategia productiva, destinando sus esfuerzos a incentivar el paradigma ejidal al de la pequeña propiedad. Esta estrategia, se pudo, primero estabilizar y posteriormente revertir, después de cincuenta años, con resultados positivos en el incremento y reconversión de la producción, y su participación en la balanza del comercio exterior, actualmente, compite en generación de divisas con los obtenidos con el petróleo, el turismo y las remesas que envían nuestros connacionales que viven en el extranjero, legal o ilegalmente. Sin embargo, el daño de esa política a la seguridad alimentaria no se ha revertido y seguimos dependiendo del vaivén de los precios y producción del mercado internacional e internamente de las estrategias de los consorcios agroindustriales.
Al período de 1950-1979 se le acusa, principalmente por ciertos seudo estudiosos y comentólogos de los grandes consorcios de los medios de comunicación, de que el crecimiento obtenido se realizo a costa del déficit fiscal, algo muy lejano a lo que nos muestra la información del INEGI. Así tenemos que en la década de los setenta, el déficit se presentó solamente en los primeros tres años, los cuales nos dan un monto de 1,100 millones de pesos, mientras en los siguientes siete años, con los ingresos adicionales del boom petrolero, el monto total del superávit obtenido constituyeron 153 mil millones de pesos. Si bien es cierto, durante los setenta se tuvo una inflación promedio de casi veinte por ciento, esta no puede ser atribuida al gasto público, y nos da luces sobre el comportamiento mojigato de nuestro sector empresarial al no reaccionar -como siempre- positivamente con un incremento de la oferta, y sí en actividades superfluas como el realizar viajes a Europa que incluían estancias en España, había que conocer la Madre Patria, Francia la capital de la moda y las buenas costumbres, fiestas para festejar los quince años de las hijas, con cena y baile con cadetes austriacos en la Ciudad de Viena y finalizar en Roma, con bendición papal incluida. Retornaron los años felices y añorados de la época porfiriana. Mostrando que ni como economía, ni como sociedad habíamos avanzado gran cosa.
Pero a principios de los ochenta, este dispendio: la salida masiva de divisas, propiciada y fomentada por los bancos, a todo cuentahabiente se le daba a ’conocer’ que se avecinaba una devaluación y por lo tanto se les recomendaba que cambiaran sus cuentas en pesos a dólares y con ello proteger su dinero e inversión, aunada a la poca inversión en áreas productivas. Por otra parte, si bien es cierto que durante la administración del Presidente Luis Echeverría Álvarez, se realizaron grandes inversiones en todos los niveles educativos y primordialmente, con una visión descentralizadora y diversificadora, originándole un rechazo velado de las entidades educativas afectadas privadas y públicas, por estas medidas. De igual manera, -aquí, hay que agradecer la información que nuestro amigo el Dr. Rodolfo Villareal Ríos- de como el presidente Luis Echeverría Álvarez ordenó a nuestro representante en la ONU que votara a favor de calificar al Sionismo como un equivalente al racismo. Cometió un error gravísimo, no solamente en el campo diplomático, lo cual es censurable, sino también, en los campos de la política y la economía porque las consecuencias deplorables todavía en la actualidad se manifiestan.
Durante este lapso corto, se puede decir por los recursos del boom petrolero, que el gobierno mexicano ’fue dueño del oro’. Sin embargo, al finalizar los setenta, ya sea por factores internos, como el no aprovechar esos recursos, destinándolos a incrementar la infraestructura productiva. Y externos, en lugar de aprovechar los mercados internacionales para ampliar los nichos comerciales de nuestros productos, aumentamos nuestra dependencia de las importaciones, al sustituir nuestra producción por la proveniente de otros países, o una combinación de las dos. Esa prerrogativa, para beneplácito de los enemigos de todo lo que represente a la Revolución de 1910, se perdió y no ha sido recuperada.
En el ámbito, de la mitología político-periodística han trascendido las frases producto de la impotencia del presidente López Portillo, y del cinismo de esos grupos, tales como: ’les pago, para que me peguen’; ’defenderemos el peso como un perro’; o, ’nos han saqueado, no nos volverán a saquear’, por desgracia tuvieron que pasar más de veinte años, para que con la libre convertibilidad del peso decretada por el Presidente Ernesto Zedillo, el valor del peso fuera determinado por el mercado de divisas y perdiera su halo patriotero. Tenemos un gobierno, donde la participación de su gasto representa el 26.9 por ciento del PIB, Estados Unidos, Alemania y Japón entre otros, su contribución es aproximadamente del 32 por ciento, el nuestro es 5.1 por ciento inferior a ese grupo. Sin embargo, lo preocupante, es que durante las administraciones de la derecha recalcitrante, esa participación subió del 19.1 al 25.0 por ciento, 5.9 puntos lo que representa un incremento del 30.9 por ciento con respecto al total. En lo que va del actual sexenio, el primer indicador es del 1.9 por ciento. 7.6 superior en el total y, si consideramos las tres administraciones el crecimiento global de la participación del gasto público en la economía es del 40.8 por ciento, lo cual si es preocupante. Pero, es más inquietante al considerar el período tan corto en que se dio. Quince años, afectando su capacidad para utilizar la ecopolítica como una estrategia fundamental de gobernar. Esto es, que no sea el ’dueño del oro’ y, por lo tanto, el que ’ponga sus propias reglas’. sergiocastro6@yahoo.com.mx
Añadido: Primero fue Mr. Trump, ahora, le tocó el turno de sermonearnos a Mrs. Clinton, candidata a la presidencia por el Partido Demócrata. Le ganó su vena mustia y nos amenaza, de que si el elector estadounidense despistado la lleva a la Casa Blanca, le exigirá a México que modifique sus prácticas y métodos en el combate contra del crimen organizado. Quizás Mrs. Clinton piense que en los enfrentamientos armados entre las autoridades y esos delincuentes, los primeros deben contar hasta tres, cinco o ¿diez? para estar seguros y luego contestar el fuego; que los actos de violencia, ataques y matanzas en lugares públicos, plazas comerciales y pequeños negocios y hasta hogares –todo campo, es campo de lucha- son gajes del oficio, así como el espectáculo que la población tiene que presenciar de cabezas cercenadas, cuerpos desmembrados y uno que otro colgado; y a la hora de realizar un interrogatorio a este tipo de delincuentes, primero se les lea los Estatutos de la Convención de Viena, La Declaración de los Derechos Humanos y el Manual de las Buenas Costumbres de Interrogar, al igual que El Manual de urbanidad y buenas maneras o Manual de Carreño y después esperar, a que la conciencia cívica del narcotraficante, secuestrador, sicario o gatillero, lo anime a cumplir con su deber y confiese. Pero dentro de esta perorata a Mrs. Clinton se le olvido: Guantánamo.

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