Estudiarán los arqueólogos el caso del hospital sin llaves


Textos en libertad


Estudiarán los arqueólogos el caso del hospital sin llaves

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Julio 25, 2016 19:59 hrs.
Periodismo ›
José Antonio Aspiros Villagómez › guerrerohabla.com

Para los médicos que han intentado operarme
Para mi esposa, compañera fiel en las buenas y en las malas

Cuando los arqueólogos de futuro exploren, dentro de tres mil años, los restos de una descomunal y caótica metrópoli llamada Ciudad de México, encontrarán diversos testimonios de cuáles fueron las causas de su desaparición, y sabrán que se debió, no tanto a los movimientos telúricos, sino a fatales colapsos políticos y sociales, dentro de un contexto que su sistema de gobierno llamaba ’nacional’, por tratarse de la capital de un territorio que, por fenómenos mundiales y gobiernos sin casta, fue perdiendo soberanía, tesoros y valores propios.

Interesados en cómo fue esa civilización, los investigadores encontrarán en sus excavaciones viejos cacharros, sabrán que se llamaban ’computadoras’ y contarán con la tecnología necesaria para descifrar su contenido. Esa será su más valiosa fuente de conocimientos de cómo vivió aquella cultura decadente, pues contendrá innumerables testimonios de casos representativos.

Entre sus hallazgos estará, por ejemplo, el texto que ahora tiene ante sus ojos el lector, acerca de cómo era en los inicios del siglo XXI la entonces existente ’medicina social’, nombre con el que se conocía un sistema masivo de salud administrado por las autoridades políticas, que pese a protestas callejeras, por su creciente ineficacia y abandono, cedió terreno ante la medicina privada, o comercial.

Con gran interés antropológico y como una pieza más de un enorme rompecabezas sobre el tema -tal vez pieza pequeña, pero de gran inquietud social en su momento por referir un caso que no era único-, allí averiguarán los arqueólogos del futuro que, en cierto hospital de ese sistema, el autor del texto fue una de las muchas víctimas de la mala calidad, o cuando menos de los descuidos, del servicio.

Al descifrar su hallazgo, esos especialistas del quinto milenio leerán en la arcaica computadora encontrada:

’Después de diez meses de consultas médicas y análisis de laboratorio, dos veces ha sido cancelada mi cirugía. La primera, por quirófanos fuera de servicio por fallas de algún proveedor. La segunda, insólita, diez días después y a cargo de otro cirujano por vacaciones del primero: estaba cerrado el archivo (era sábado) y necesitaban sacar el expediente para saber si podían anestesiarme. A alguien se le olvido solicitar el documento en día hábil, y nadie en todo el hospital tenía la llave del archivo; y supe que, como en mi caso, estaban otros pacientes de los servicios de urgencia, incluidos los de terapia intensiva.

’Claro, los médicos se disculparon, me ofrecieron una incierta posibilidad de operarme al día siguiente, lo cual dependía de que en el resto del sábado alguien abriera el archivo y encontrara el expediente, y del volumen de trabajo y casos de urgencia que hubiera en los quirófanos, por lo que había el riesgo de que tampoco me operaran. Porque, además, no había camas suficientes. A otros intervenidos los estaban dando de alta por ello, aun cuando necesitaran hospitalización.

’Con diversos empelados del lugar, así como con otros pacientes y familiares de éstos, comenté sobre otro posible absurdo: qué hubiera pasado si, en vez de que nadie presente tuviera copia de la llave del archivo, no fuera posible abrir la puerta de los quirófanos. Y así, supe que se dieron ocasiones en que no sólo eran expedientes de lo que carecían, sino incluso de los medicamentos indispensables para el trabajo quirúrgico.

’Ya ni qué decir de que, mientras esto sucede en un hospital importante y en marcha, los gobernantes andan inaugurando nuevos centros de salud que, según es tradición del sistema, sólo han de ser ‘cascarones’ de edificios, inacabados y aún sin lo necesario para atender a los enfermos’.

En ese testimonio no figura el nombre de la institución, para qué, tal vez a los arqueólogos del futuro no les aporte mucha información el dato por la dispersión de sus diferentes hallazgos, pero digamos que se trataba del Instituto Nacional del Diclofenaco y el Paracetamol (Indipa).

Reacio a pedir favores en las oficinas de prensa, quien aportó este testimonio en la involuntaria caja del tiempo, no sabe aún qué pasos dar: si dejar por la paz la cirugía, esperar que regrese de vacaciones el médico original, ir a la jefatura del servicio, o tomarse un descanso.

Porque a pesar de las tabletas de pasiflora y valeriana, ha sido mucho el estrés desde que en septiembre anterior le dieron su primera cita, y para sacar la segunda –’venga en diciembre porque no hay agenda’-, hubo que esperar meses, y después, hacer filas durante horas en el control médico, más horas de espera afuera de los consultorios, pérdida de sueño en las vísperas de las fallidas cirugías, cansancio físico y mental, y más de ocho horas sentado, la mayor parte del tiempo sin ropa -sólo una bata- el día que no estaba quien tenía la llave del archivo.

Por pláticas en otros momentos con interlocutores diversos, se conocen casos más dramáticos de contratiempos -usemos el eufemismo- que éste en el sector salud, pero también se han escuchado muchas voces que, para esta experiencia personal, coinciden en la misma idea: por algo suceden las cosas. Ojalá. Mientras: gracias a las amistades y los familiares que han estado pendientes del episodio del hospital sin las llaves de su archivo.



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José Antonio Aspiros Villagómez
Licenciado en Periodismo
Cédula profesional 8116108 SEP
antonio.aspiros@gmail.com

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