RAMÓN ZURITA SAHAGÚN

Tan escaso se encuentra el PRI de figuras populares que recurre a todo tipo de estrategias que pudieran darle los puntos necesarios para revertir una tendencia electoral que se anticipa puede ser catastrófica.

Una de ellas, es la muy socorrida de rescatar la imagen de Luis Donaldo Colosio Murrieta, el sacrificado candidato presidencial que fue asesinado en el nebuloso 1994.

Favorito en las encuestas de aquel entonces, Colosio Murrieta cayó abatido en las tristemente célebres Lomas Taurinas, el 23 de marzo de hace 21 años, en un episodio que mantiene muchas interrogantes.

Por ese y muchos otros hechos de aquel entonces y de ahora es que la ciudadanía se mantienen con cierta incredulidad ante las evidencias presentadas.

El mal manejo que se da a la información, las versiones encontradas y el cambio de las mismas una y otra vez, el ocultamiento de la realidad, convirtió al pueblo en escéptico.

Han pasado muchos años y los sucesivos gobiernos no lograron convencer a los ciudadanos de que las versiones oficiales si son reales.

De ahí las circunstancias en que se encuentra el actual gobierno, donde se pasó de un gran respaldo hacia la administración del Presidente Enrique Peña Nieto hacia una vertiginosa caída que se replica en el partido (PRI) que lo llevó al poder.

El Partido Revolucionario Institucional vive momentos difíciles ante la cercanía de un proceso electoral en que debe mostrar que se encuentra plenamente recuperado de los continuos baches electorales que se le presentan desde que en 1997 perdió el control de la Cámara de Diputados.

Fue en ese mismo año, donde el partido tricolor sufrió además de ese revés, la pérdida de los gobiernos de Jalisco (ya lo tenía en sus manos el PAN), Querétaro, Distrito Federal y Nuevo León.

Esa jornada impactó tanto que tres años más tarde, el derrumbe fue manifiesto con la pérdida de la Presidencia de la República y otros gobiernos estatales más, algunos de ellos perdidos por vez primera.

Doce años tardó el PRI en recuperarse de ese demoledor golpe recibido el dos de julio del año dos mil, pero que se había iniciado en marzo de 1994, con el asesinato de Luis Donaldo.

Ahora la emblemática figura de Colosio Murrieta resulta de suma importancia para efectos electorales, ya que el PRI vive momentos difíciles ante la cercanía del 7 de junio, en que se renovarán la Cámara de Diputados, nueve gobiernos estatales y 17 congresos locales, además de un importante número de alcaldías en todo el país.

Para el PRI representa un reto el ganar el mayor número de posiciones posibles, aunque no le preocupa tanto alcanzar la mayoría en la Cámara de Diputados, ya que cuenta con valiosos aliados y durante el presente trienio lograron las reformas constitucionales necesarias para sacar adelante los proyectos presidenciales.

Los priistas consideran necesario el mantener en su poder el mayor número de gobiernos estatales, para iniciar desde ahí la construcción de la maquinaria necesaria para ganar los comicios presidenciales del 2018.

Fortalecer la debilitada estructura partidista es primordial, ante unos cada vez más competidos procesos electorales.

Atrás quedaron aquellos tiempos en que las dirigencias del tricolor avalaban las palabras del entonces secretario de Agricultura, Óscar Brauer Herrera, de que los campesinos estaban organizados para votar, pero no para sembrar.

Y es que las estructuras del Revolucionario Institucional se componían de los tres sectores, el campesino, el obrero y el popular, mismos que hoy están sumamente disminuidos.

Los entonces poderosos sindicatos mantenían total hegemonía y preponderancia y electricistas, maestros, petroleros, burócratas y otra serie de pequeños grupos contribuían a marcar diferencia entre los electores del tricolor y sus adversarios.

Hoy eso ya no existe. La lideresa vitalicia de los maestros y gran alidada del gobierno en turno, Elba Esther Gordillo, se encuentra presa y los profesores dóciles ya no responden a sus intereses ni a los del actual líder y otra facción magisterial se opone a los lineamientos gubernamentales, manteniendo resistencia en varios estados del país.

Los petroleros viven en la incertidumbre del eventual despido de miles de ellos, aunque su dirigente sindical lo niegue.

El rubro de los electricistas se encuentra partido, los ex y los actuales, aunque tampoco mantiene la mansedumbre del pasado.

Los burócratas, uno de los gremios más acordes a la estructura del gobierno, por formar la masa más numerosa razona su voto y ofrece algo que no cumple en las urnas.

Son, los actuales, tiempos difíciles para la estructura gubernamental, donde tiene que recurrir a alianzas que en otros tiempos hubiesen considerado inadecuadas, pero que ahora son necesarias para rescatar los tres o cuatro puntos porcentuales que hacen diferencia en una elección, con todo y que tengan que entregar más de lo que se merecen esos aliados.

Por eso es que los priistas necesitan de todo tipo de banderas, para enarbolarlas en campañas electorales, como lo es la de Luis Donaldo Colosio Murrieta, el priista que rumbo a la Presidencia de la República fuese asesinado, sin que hasta la fecha se conozcan los motivos reales que llevaron a esa acción.

21 años después de su muerte Colosio Murrieta sigue representando una estrategia electoral para los priistas que con todo y mantener el poder desde el gobierno federal, una veintena de gobiernos estatales y la mayor representación en ambas cámaras (Senado de la República y Cámara de Diputados) no logra penetrar en el ánimo ciudadano, como lo hacía en el pasado, tal vez, no tan lejano.

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