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Rodolfo Villarreal Ríos

Eclipsados en abril: Villa y Zapata

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Eclipsados en abril: Villa y Zapata

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Abril 11, 2015 08:55 hrs.
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Podría ser que, al leer el encabezado de esta colaboración, haya quienes expresen su discordancia con la aserción al considerar que atentamos contra la memoria del par de mitos revolucionarios. Sin embargo, las razones por las cuales llamamos eclipsados en abril a Villa y Zapata se sustentan en verdades históricas y no en consejas, vayamos a los hechos.
Empezaremos por el caso de Doroteo Arango-Francisco Villa. Sin duda, el accionar militar del duranguense fue fundamental en el éxito de la Revolución Mexicana. A diferencia de otros jefes de la lucha armada, Villa fue capaz de ejercer el gobierno del estado de Chihuahua en donde entregó buenas cuentas. Pero quizá ahí, se haya percatado que era bueno para “guerrear,” pero para encabezar la autoridad desde el mando civil otras las cualidades requeridas, algo que ni entonces, ni ahora muchos acaban de entender, ingenuamente creen que gobernar es asunto de buenas intenciones o bien de hacer uso exclusivo de la fuerza bruta. Recurso este último que Villa empleó, en innumerables ocasiones, no solamente para obtener el triunfo militar, sino también en contra de civiles inocentes. A pesar de ello, no puede dejar de reconocerse que sin sus acciones de guerra hubiera sido muy difícil mantener el movimiento armado en marcha.
Nadie duda de que las Tomas de Ciudad Juárez y Torreón fueran fundamentales, aun cuando su triunfo máximo se presentó en la llamada Batalla de Zacatecas acontecida el 23 de junio de 1914, en donde las fuerzas de Victoriano Huerta fueron destrozadas. Sin embargo, en medio de las alegorías que al respecto se han escrito, poca mención tiene que desde el 18 de mayo de ese año, en Niagara Falls, New York, estaban reunidos los representantes diplomáticos de Argentina (Romulo S. Naon), Brasil (Domício da Gama) y Chile (Eduardo Suárez Mujica), así como los enviados del gobierno estadounidense, Joseph R. Lamoar y Frederick R. Lehmann quienes junto con los representantes del chacal Huerta, Emilio Rabasa Estebanell, Agustín Rodríguez Aldunate y Luis Elguero, negociaban como lograr que el traidor saliera indemne de la felonía y se apartara del puesto que usurpaba. Ya con las fuerzas armadas del huertismo hechas girones por Villa, poco margen de maniobra les quedaba por lo cual, dos días después de la derrota, se firmó el acuerdo para que se fuera Huerta. En la cresta del triunfo, Villa buscó erigirse en líder máximo.
Sin embargo, quien ostentaba dicho liderazgo, Venustiano Carranza Garza, como dirían por ahí, “no estaba tullido,” y no iba a permitir que le arrebataran el mando. Una vez que Álvaro Obregón Salido y Eduardo De Itubide (descendiente del criollo michoacano quien un día se sintió noble) firman los Tratados de Teoloyucan, al frente del gobierno, Carranza trata de someter a Villa quien no lo acepta y en noviembre se adhiere a la Convención de Aguascalientes desconociendo la autoridad de Carranza. La rebeldía villista por la vía armada continuara por los siguientes tres meses hasta que los enfrentamientos llegan a las inmediaciones de la ciudad de Celaya, Guanajuato en donde del 6 al 15 de abril, se enfrentan los ejércitos del “Brazo Armado de la Revolución,” Francisco Villa en contra del “Genio Militar de la Revolución,” Álvaro Obregón Salido. Finalmente, el único general invicto de dicha lucha armada, Obregón derrota a Villa. El eclipse del villismo fue total, nunca el dorado volvería a brillar. Como muestra, once meses después al frente de casi seiscientos hombres, Villa atacó el poblado de Columbus New Mexico en donde se encontraba un destacamento de caballería del ejército estadounidense. Si bien la leyenda nos hizo creer que aquello fue un hecho para enorgullecernos, a la luz de un análisis histórico serio lo único que puede calificarse es como una indignidad que nos fue respondida con otra similar en donde tropas estadounidenses volvieron a incursionar en territorio patrio. Los hechos demostraron que Villa estaba eclipsado desde abril de 1915, lo que algunos veían como resplandor eran simples espejismos.
Pero si de falsos resplandores se trata, nada como el que aun algunos insisten en que se ve cuando tratan de vendernos las hazañas de Emiliano Zapata otro de los eclipsados de abril. A diferencia de Villa, las acciones guerreras del sureño no tienen mayor relevancia que haber sembrado el desasosiego en los campos morelenses en donde tenía por costumbre arrasar con las haciendas de aquellos que se negaban a pagar por protección. Algunos dicen que se declaró “revolucionario” para saldar viejas cuentas que tenía con su antiguo patrón, Ignacio De La Torre y Mier aquel hacendado quien contrajo nupcias con la hija del presidente José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, Amada Díaz quien amargamente se quejaba de que “Nacho” le ponía más atención a los caballos que le preparaba su colaborador de confianza, a quien tenía viviendo en su casa de México, de nombre Emiliano Zapata Salazar. Cuando llegó la “bola,” el suriano vio la oportunidad y juntó un grupo de sujetos para “combatir injusticias.”
Inicialmente, era partidario de Francisco Ygnacio Madero González. Sin embargo, Zapata quiso imponerle condiciones al coahuilense acusándolo de encabezar un gobierno que no era revolucionario de acuerdo a su definición. Madero, de corta estatura pero sobrado de redaños, lo envío hasta allá aquel sitio en donde en los tiempos actuales algunos quieren irse de retiro. Ante ello, Zapata, en el texto del llamado Plan de Ayala, publicado el 28 de noviembre de 1911, ofrece una prueba de cómo eran sus lealtades y exhibe sus ambiciones verdaderas. El artículo segundo establece: “Se desconoce como Gefe (sic) de la Revolución al C. Fran/co (sic) I. Madero y como Presidente de la República por las razones que antes se expresan, procurando el derrocamiento de este funcionario.” En el tercero dice: “Se reconoce como Gefe (sic) de la Revolución Libertadora al ilustre General Pascual Orozco segundo del caudillo Dn. Fran/co (sic) I. Madero, y en caso de que no acepte este delicado puesto, se reconocerá como Gefe (sic) de la Revolución al C. General Emiliano Zapata.” Aquí caben comentarios.
En su megalomanía, Zapata llegó a creer, o hicieron que lo pensara, que él era la Revolución. Sin embargo, sus propuestas eran tan revolucionarias que lo único que presentaba como proyecto para el futuro era retornar la propiedad de la tierra a los tiempos de la colonia. Dado que Madero primero, y Carranza después, concebía el desarrollo agrario en base a la pequeña propiedad, nunca hubo comunión entre ellos. Posteriormente, el 6 de diciembre de 1911, el suriano le enviaba a su lugarteniente, Otilio Magaña: “…el Plan de la Villa de Ayala que nos servirá de bandera en la lucha contra el nuevo dictador Madero.” Zapata aspiraba, como se establece al final del artículo tercero del plan mencionado, a convertirse en el líder máximo de la Revolución sin percatarse de que no tenía aptitudes para ello. Sin embargo, para exhibir su carácter, reconocía a un traidor como lo era Pascual Orozco Vázquez quien en marzo de 1912 desconocería a Madero y posteriormente junto con su padre Pascual Orozco Merino acabarían aliándose con Victoriano Huerta, confirmando con ello que la traición es una porción impresa en el ADN de dicha familia. A pesar de las propuestas, Zapata y Orozco no pueden ponerse de acuerdo y Orozco padre es fusilado por Zapata en 1913. Los motivos fueron que Orozco se había aliado con Huerta a quien ya para entonces el morelense consideraba usurpador mientras le argüía “Si Madero traicionó a la Revolución, usted [Orozco hijo] y los que se han sometido al cuartelazo acaban de hacer lo mismo. Si la República y Madero fueron al asesinato vil por haberse entregado a los enemigos de la Revolución, la Revolución entregada por usted a los mismos enemigos seguiría por segunda vez ese camino si no tuviéramos suficientes energías para seguir enarbolando el estandarte de sus salvadores principios.” Bello intercambio de epítetos entre fulanos veletas.
Bajo esa bandera operaría Zapata. El nuevo sujeto de sus resquemores era Venustiano Carranza Garza quien nunca quiso someterse a los dictados del antiguo caballerango de “Nacho.” Y así hasta aquel 10 de abril de 1919 en que un miembro de las fuerzas del general carrancista, Pablo González Garza, Jesús Guajardo Martínez provocó el eclipse total de la antigua luminaria del sur. Sin embargo, un par de años después, otro sujeto de alquiler, el gigoló-cobarde-nazi-sinarquista, José Vasconcelos empezó a vender como faro de luz a Zapata con el objetivo de denostar a Carranza y quedar bien con quien era su jefe, el presidente Álvaro Obregón Salido quien, como dirían sus paisanos, era un “vago” y aceptó la engañifa con motivos políticos y de ahí hasta nuestros días, pasando por el historiador estadounidense John Womack quien glorificó las no-hazañas de Zapata y varios mas. A pesar de ello, nadie puede objetar que los eclipsados en abril, uno militarmente y otro definitivamente, fueron un par de ciudadanos que acabarían convertidos en mitos construidos a través de los años. Uno, sin fundamento real, Zapata. El otro, con una alforja castrense robusta, Villa. vimarisch53@hotmail.com
Añadido: Bienvenida la propuesta de la diputada Adriana Fuentes Téllez (PRI) para recuperar la celebración de las fechas cívicas en los días precisos y acabar con la herencia panista de los puentes vacacionales. VIMARISCH53.
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