Alex Sanciprián |
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Del azar objetivo o cómo redescubrir la espuma de los días
El deseo apremia. La caricia, las manos se buscan, las palabras son talismanes. El destino es también latente. Las ganas de ser y hacer adquieren color y se redimensionan, brillan: el azar objetivo determina, da pistas.
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Agosto 16, 2016
20:38 hrs.
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Alex Sanciprián › guerrerohabla.com
El deseo apremia. La caricia, las manos se buscan, las palabras son talismanes. El destino es también latente. Las ganas de ser y hacer adquieren color y se redimensionan, brillan: el azar objetivo determina, da pistas.
Cultura
Texcoco, Edoméx.- De los apuntes de Julio Cortázar en ’Rayuela’ que le imprimen ritmo y cadencia a la grisura del horizonte: ’Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos’.
Tiene sentido: el azar objetivo es parte sustancial de la vivencia de cualquiera.
Lo impredecible ajusta cuentas con esa costumbre de etiquetar, de reducir encuentros a simples compromisos insignificantes.
No todo sucede simultáneo, casi idéntico.
Lo fortuito deja de ser circunstancial y se vuelve significante, revelador.
La rutina se tambalea en tanto que los furores se compaginan, se entrelazan.
El azar objetivo no pide permiso, se entromete o mejor dicho se disfraza de volátil decisión.
Habitar los instantes con vocación de modo que el espíritu se enaltezca, con la armonía del estrépito y el silencio, con temor y desencanto tal vez al principio, con ánimo, sonrisas y un aire fresco y lindo sabor a boca en la memoria, siempre.
Es, digamos, como esa eventualidad de conocer a cierta persona, una tarde de sábado, en un sitio que se llama ’La Nueva’ y que al paso del tiempo lineal esa persona se convierte en única.
Ese encuentro se convierte en categórico al repetirse, semanas después, y entonces la fuerza de lo circunstancial muda en realidad imantada que se hace creciente manojo de acontecimientos mágicos cada vez que se repite, y ocurre que el tiempo lineal no alcanza y se escurre y siempre se hace tarde.
Ahí sucede que el encuentro se torna mucho mejor de lo que se pensaba y los protagonistas entran en una dinámica de formidables hallazgos, de sumar revelaciones.
Lo emocional se entrecruza.
Lo casual deja de ser epidermis y cubre con su manto unas manos frías que se estremecen y calientan al ser acariciadas por otras que suavemente vivifican, fortalecen.
Lo fortuito se engrandece y asume la condición de episodio vital.
Afuera: relámpagos que son señales. Adentro: palabras acariciantes, seductoras.
En el medio: música, poesía y unos tragos que se acumulan.
La realidad se vuelve elástica. Las decisiones se asumen sin temor, más bien apasionadamente.
Las paradojas: el destino latente, la libertad que se enarbola, la mirada que también adjunta decisiones supremas, que convalida pareceres y placeres.
La suerte deja de serlo y en la continuidad de los días aquello confuso y distante se muestra fluorescente, aleccionador, vivificante.
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