Alex Sanciprián | todotexcoco.com

De los excesos, Diógenes y José-José


Él ha circulado por la gloria, el purgatorio, el infierno, la embriaguez y la lujuria de absoluta ordinariez. El próximo 17 de febrero cumple 68 años el ex Príncipe de la Canción. Pletórico de vivencias. Discutible ejemplo para muchos.

De los excesos, Diógenes y José-José

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Enero 16, 2016 18:10 hrs.
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Texcoco, Edoméx.- Contra la embriaguez y la lujuria se predica, en automático, la austeridad, la moderación.

La mayoría de la gente es dada a buscar la embriaguez como fuente de evasión y estancia en el jolgorio perpetuo, y otras se acercan a la lujuria como presunta experiencia de exceso y vanidad suprema: al final de la jornada, en ambos casos, la mayoría se revuelcan en el fango del remordimiento y la tontería más de siete minutos. Aquí es donde, precisamente, cierta dosis de sabiduría induce a no rebasar el límite.

Cada que escucho canciones de José-José reitero que, en efecto, era un auténtico Príncipe de la Canción. Quiérase o no sus contribuciones musicales han sido y son, de alguna manera, parte de la educación sentimental de millones de personas en Latinoamérica.

Para febrero de este año José-José estrena estrella en el Paseo de las Estrellas de Cuernavaca, Morelos. Se ha bebido el amor de un solo trago, aunque se ha casado tres veces. Fue paloma por querer ser gavilán.

Él ha circulado por la gloria, el purgatorio, el infierno, la embriaguez y la lujuria de absoluta ordinariez. El próximo 17 de febrero cumple 68 años el ex Príncipe de la Canción. Pletórico de vivencias.

Su proclividad a los excesos lo arrimaron al derrumbe: flaquezas en finanzas y salud, fracturas familiares, el amparo de la religión, el hallazgo de una buena mujer que lo retiró del vicio, el pago de facturas pendientes, la reivindicación, la segunda oportunidad por centésima vez.

En el prefacio de “Un mundo feliz”, Aldous Huxley escribe sin ambages: “El remordimiento y en ello coinciden todos los moralistas, es un sentimiento sumamente indeseable. Si has obrado mal, arrepiéntete, enmienda tus yerros en lo posible y esfuérzate por comportarte mejor la próxima vez. Pero en ningún caso debes llevar a cabo una morosa meditación sobre tus faltas. Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse”.

Es cosa de asomarse al escritorio de al lado (en la oficina), escuchar los comentarios de las alegres comadres (en la tienda de la esquina), el embozado reproche de ciertas amistades (discutibles) que con ese tono de sermón dominguero aplican juicios y consejos a diestra y siniestra.

Diógenes, filósofo griego de la escuela de los cínicos era renombrado, y también impúdico y harto heterodoxo, ligeramente iconoclasta: su mayor placer era masturbarse en la plaza pública.

Se dice que Diógenes vivía como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud. De día caminaba por las calles con una lámpara encendida diciendo que “buscaba hombres” (honestos).

El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.

Hizo de la desvergüenza uno de sus atributos. “Es un Sócrates delirante”, decía de él Platón.

Diógenes advertía que los dioses habían dado al hombre una vida fácil, pero que éstos se encargaban constantemente de complicarla y hacerla mucho más difícil. Que la sabiduría era para los hombres templanza, para los viejos consuelo, para los pobres riqueza y para los ricos ornato.

Por su parte, Aristóteles estaba en similar sintonía: “La sabiduría es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad”.

El desarrollo de la sabiduría está en uno mismo. Es experiencia en movimiento, no exenta de corrección y de humildad de corazón.

Hay indicios de sabiduría en quienes enmiendan errores, en quienes hacen de la derrota una magnífica oportunidad de recomenzar retos con más inteligencia.

Hay quien barrunta y entonces vislumbra, intuye, presiente y más temprano que tarde conjetura, y se reconoce a sí mismo en su imperfecta investidura.

Lamentablemente, en la cabeza de José-José seguramente ronda la idea de que su Principado es perpetuo, irreductible Y de que los excesos han quedado atrás, muy lejos, de tal manera que debe seguir la gleba glorificándole y aplaudir la caricatura de sí mismo.

José-José ya se cansó de callar, sabe que lo que no fue no será.

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