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Abril 23, 2015
18:55 hrs.
Educación ›
Mario Andrés Campa Landeros › diarioalmomento.com
He conquistado al fin esa fiebre
que llaman vida: Edgar Allan Poe
Verdadero misterio de una triste vida.
Plegó la hoja y la introdujo en un sobre grande. Buscó un lugar apropiado para que el esposo lo pudiera ver. Cortó un pedazo de tela adhesiva y llevó el sobre al cuarto de baño y con la tela adhesiva seguró el sobre al espejo del botiquín.
En la carta, ella escribió:
“... Después de estos últimos cuatro años es duro escribir una carta como esta. Pero sabes bien que en estos años no hemos sido felices, y es inútil que tratemos engañarnos. Mi vida es un martirio horrible.
“probablemente la culpa es más mía que tuya. He permanecido a tu lado y he tratado de mantener el hogar y la vida familiar, sobre todo a causa de los niños. Pero ahora es inútil, además no creo que la gente deba continuar viviendobajo el mismo techo por el mero hecho de haberse casado, de modo que he decidido terminar nuestra unión cuando aún somos jóvenes y cuando todavía podemos hacer algo por separado.
“Creeme, lamento el paso que doy, pero dadas las circunstancias económicas debo pensar en mi misma. Por consiguiente, quiero cortar definitivamente, para terminar de una vez. Aunque me repugna lastimarte, te diré también que estoy enamorada de otro hombre, de un hombre magnífico, desde hace cierto tiempo. Voy a reunirme con él y abrigo la esperanza de que nos vamos a llevar bien. Sé que esto causará una impresión terrible en ti y en la familia, pero así es la vida. Puedes decir a todos; familia y vecinos lo que te parezca mejor; que me echaste o que yo no estaba bien y que consideramos separarnos o cualquier cosa...
“No te muestres cruel conmigo ante los hijos, porque a pesar de todo son mis hijos y los tuve con mi cuerpo. Cuídalos y dedícales más tiempo y diles que pronto volveré a verlos. Procuraré conseguir un abogado que haga los arreglos necesarios. He retirado el dinero de mis ahorros.
Por favor, afronta la situación como un hombre y no me odies. No puedo evitarlo. Tal vez vivas mejor sin mi. Me apena mucho. Adiós”.
Desde entonces aquel hombre, como muchos, vive con el alma vacía.
¡Cosas veredes, Chonito!
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