Abimael César Juárez García | guerrerohabla.com

Alberto García Aspe, un campeón tocado por la fe


Alberto García Aspe aseguró a Desde la fe que, hasta hace pocos años, no hubiera creído si le hubieran dicho que un día estaría dando testimonio del amor que siente por la Santísima Virgen de Guadalupe y de su fe en Dios.

Alberto García Aspe, un campeón tocado por la fe

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Agosto 15, 2016 22:50 hrs.
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Alberto García Aspe aseguró a Desde la fe que, hasta hace pocos años, no hubiera creído si le hubieran dicho que un día estaría dando testimonio del amor que siente por la Santísima Virgen de Guadalupe y de su fe en Dios. ’Hoy me siento realmente orgulloso de poder dar a conocer lo que Dios ha logrado en mí y en mi familia, desde que tuve mi encuentro con Él. Provengo de padres católicos, pero la práctica de nuestra religión se limitaba a ir los domingos a Misa, o alguna celebración; es decir, como católicos ‘light’; no practicábamos verdaderamente la oración, ni hacíamos ayuno, ni sacrificios, ni penitencia, así como tampoco participábamos conscientemente en la Eucaristía. ¡Hoy todo eso ha cambiado!’

García Aspe debutó como futbolista profesional a los 17 años, y su carrera despegó muy pronto; creyó entonces estar listo para dejar la casa de sus padres, cosa que no sucedió, pues su papá lo convenció de que el mejor lugar para vivir era en la casa familiar, al lado de quienes le querían; sin embargo, esto no le impidió vivir las mieles del egocentrismo y la fama, que acompañan a muchos deportistas famosos, lo que lo alejó de los principios familiares durante mucho tiempo.

En 1990 contrajo matrimonio con Rosy Peláez; ’comencé a acercarme un poquito a Dios, pero a un Dios muy ‘cómodo’; es decir, a un Dios dominical y de pedir, pedir, pedir’. En 1992 nació su primera hija, María Rosa, y su carrera en el balompié fue en ascenso, pero su relación familiar decayó; sin proponérselo, empezó a descuidar esta parte; años más tarde, el 28 de abril de 1995, Dios los bendijo con otra niña, a quien pusieron por nombre Ximena; era entonces el momento más brillante de su carrera, cuando vino lo inesperado: una angustiosa situación que lo haría reaccionar.

’El Capitán’, como también le llaman a García Aspe, platica que se había integrado al equipo Necaxa, y estaba concentrado en Valle de Bravo para jugar una liguilla; era el 11 de mayo de 1995, cuando recibió una llamada en la que le pedían que regresara en breve a la Ciudad de México porque su esposa se encontraba internada, grave de salud; de inmediato se trasladó, y al llegar al hospital lo primero que encontró fue a un doctor, quien, documento mano, esperaba su firma de autorización para que a su esposa le pudieran practicar una cirugía. ’Rece mucho por ella’, me dijo el médico’.

Cuenta que aquélla ha sido la espera más larga de su vida, porque las 24 horas posteriores a la operación eran decisivas para la vida de su esposa, quien se recuperaba en la sala de terapia intensiva. ’Esa noche experimenté dos situaciones que nunca olvidaré; antes de la operación, cuando mi esposa iba rumbo al quirófano, una enfermera se le acercó para hacerle una revisión de rutina; el nombre de esa enfermera era Guadalupe, estaba a la vista en su gafete. Mi esposa, al percatarse de eso, le preguntó si creía en la Virgen, y la enfermera respondió: ‘¡Sí, no se preocupe, todo va a estar bien!’’.

Esa madrugada, tras la operación, cerca de las seis de la mañana, García Aspe, con el estado de ánimo deshecho, se encontraba con sus suegros en una de las salas de espera del hospital, aguardando los informes médicos; su suegra estaba muy resentida con Dios por lo que le ocurría a su hija. ’En ese momento llegó una amiga cercana a mis suegros, quien nos invitó a rezar el Santo Rosario. Yo me molesté; se me hizo imprudente que se presentara a esa hora, pero finalmente accedí; al momento en que terminó el rezo, sonó el teléfono; era el doctor con la noticia que Rosy estaba fuera de peligro, y me dijo que podía pasar a verla. Cuando la vi, lo primero que le dije fue que me retiraría de la liguilla para cuidarla; ella se negó, me pidió regresar al plantel para ser campeones. ¡Gracias a Dios estaba a salvo! Me pidió buscar a la enfermera para agradecer sus palabras de aliento. Jamás la encontré; nadie sabía de ella. Semanas más tarde celebrábamos juntos el triunfo del Necaxa’.

Tres meses después, García Aspe era contratado por el River Plate de Argentina, equipo que lo convirtió en un jugador internacional: ’Poco a poco me acoplé a aquel país y a su futbol; pero un día, por un partido mal jugado, todo cambió: me desconcentré y mi juego decayó, al grado de no ser considerado entre las reservas; me deprimí, incluso pensé en suicidarme; ya aquí en México acaricié la idea de estrellarme en el auto’.

Sin embargo, esos momentos difíciles sirvieron para que se uniera más a su esposa e hijas; ’me abrieron la mente y el corazón a los proyectos de Dios, comprendí que el Señor aún tenía planes para mí; Manolo Lapuente me había llamado invitándome a reintegrarme a las filas del Necaxa, jugué la mitad de la temporada y el partido por el campeonato, en el que nuevamente salimos triunfantes; detalles que definitivamente me acercaron más a Dios y a la Virgen de Guadalupe’.

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