’ Recibid el Espíritu Santo ’



LAS TAREAS DEL ESPÍRITU


’ Recibid el Espíritu Santo ’

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Mayo 23, 2021 00:27 hrs.
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La Palabra de Dios

Domingo de Pentecostés
Misa vespertina de la vigilia

Primera Lectura
Gn 11,1-9
En aquel tiempo, toda la tierra tenía una sola lengua y unas mismas palabras. Al emigrar los hombres desde el oriente, encontraron una llanura en la región de Sinaar y ahí se establecieron.

Entonces se dijeron unos a otros: ’Vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos’. Utilizaron, pues, ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla. Luego dijeron: ’Construyamos una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo, para hacernos famosos antes de dispersarnos por la tierra’.

El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo y se dijo: ’Son un solo pueblo y hablan una sola lengua. Si ya empezaron esta obra, en adelante ningún proyecto les parecerá imposible. Vayamos, pues, y confundamos su lengua, para que no se entiendan unos con otros’.

Entonces el Señor los dispersó por toda la tierra y dejaron de construir su ciudad; por eso, la ciudad se llamó Babel, porque ahí confundió el Señor la lengua de todos los hombres y desde ahí los dispersó por la superficie de la tierra.

Palabra de Dios
Te alabamos, Señor


O bien:

Ex 19, 3-8a. 16-20b

En aquellos días, Moisés subió al monte Sinaí para hablar con Dios. El Señor lo llamó desde el monte y le dijo: ’Esto dirás a la casa de Jacob, esto anunciarás a los hijos de Israel:

‘Ustedes han visto cómo castigué a los egipcios y de qué manera los he levantado a ustedes sobre alas de águila y los he traído a mí. Ahora bien, si escuchan mi voz y guardan mi alianza, serán mi especial tesoro entre todos los pueblos, aunque toda la tierra es mía. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada’. Éstas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel’.

Moisés convocó entonces a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el Señor le había mandado. Todo el pueblo, a una, respondió: ’Haremos cuanto ha dicho el Señor’.

Al rayar el alba del tercer día, hubo truenos y relámpagos; una densa nube cubrió el monte y se escuchó un fragoroso resonar de trompetas. Esto hizo temblar al pueblo, que estaba en el campamento. Moisés hizo salir al pueblo para ir al encuentro de Dios; pero la gente se detuvo al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en medio del fuego. Salía humo como de un horno y todo el monte retemblaba con violencia. El sonido de las trompetas se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba y Dios le respondía con truenos. El Señor bajó a la cumbre del monte y le dijo a Moisés que subiera.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

O bien:

Ez 37, 1-4

En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí, y su espíritu me trasladó y me colocó en medio de un campo lleno de huesos. Me hizo dar vuelta en torno a ellos. Había una cantidad innumerable de huesos sobre la superficie del campo y estaban completamente secos.

Entonces el Señor me preguntó: ’Hijo de hombre, ¿podrán acaso revivir estos huesos?’ Yo respondí: ’Señor, tú lo sabes’. Él me dijo: ’Habla en mi nombre a estos huesos y diles: ‘Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. Esto dice el Señor Dios a estos huesos: He aquí que yo les infundiré el espíritu y revivirán. Les pondré nervios, haré que les brote carne, la cubriré de piel, les infundiré el espíritu y revivirán. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor’ ’.

Yo pronuncié en nombre del Señor las palabras que él me había ordenado, y mientras hablaba, se oyó un gran estrépito, se produjo un terremoto y los huesos se juntaron unos con otros. Y vi cómo les iban saliendo nervios y carne y cómo se cubrían de piel; pero no tenían espíritu. Entonces me dijo el Señor: ’Hijo de hombre, habla en mi nombre al espíritu y dile: ‘Esto dice el Señor: Ven, espíritu, desde los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, para que vuelvan a la vida’ ’.

Yo hablé en nombre del Señor, como él me había ordenado. Vino sobre ellos el espíritu, revivieron y se pusieron de pie. Era una multitud innumerable. El Señor me dijo: ’Hijo de hombre: Estos huesos son toda la casa de Israel, que ha dicho: ‘Nuestros huesos están secos; pereció nuestra esperanza y estamos destrozados’. Por eso, habla en mi nombre y diles: ‘Esto dice el Señor: Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel. Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor. Entonces les infundiré mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí’ ’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor


O bien:

Jl 3, 1-5

Esto dice el Señor Dios:
’Derramaré mi espíritu sobre todos;
profetizarán sus hijos y sus hijas,
sus ancianos soñarán sueños
y sus jóvenes verán visiones.
También sobre mis siervos y mis siervas
derramaré mi espíritu en aquellos días.

Haré prodigios en el cielo y en la tierra:
sangre, fuego, columnas de humo.
El sol se oscurecerá,
la luna se pondrá color de sangre,
antes de que llegue el día grande y terrible del Señor.

Cuando invoquen el nombre del Señor se salvarán,
porque en el monte Sión y en Jerusalén quedará un grupo,
como lo ha prometido el Señor
a los sobrevivientes que ha elegido’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Del Salmo 103
R. (cf 30) Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
Bendice, al Señor, alma mía;
Señor y Dios mío, inmensa es su grandeza.
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.
R. Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
¡Que numerosas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con maestría!
La tierra está llena de tus creaturas.
Bendice, al Señor, alma mía. R.
R. Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
Todos los vivientes aguardan
que les des comer a su tiempo;
les das el alimento y lo recogen,
abres tu mano y se sacian de bienes. R.
R. Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
Si retiras ti aliento,
toda creatura muere y vuelve al polvo.
Pero envías tu espíritu, que da vida,
y renuevas el aspecto de la tierra. R.
R. Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.

Segunda Lectura
Rom 8, 22-27
Hermanos: Sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

Porque ya es nuestra la salvación, pero su plenitud es todavía objeto de esperanza. Esperar lo que ya se posee no es tener esperanza, porque, ¿cómo se puede esperar lo que ya se posee? En cambio, si esperamos algo que todavía no poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia.

El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
R. Aleluya.

Evangelio
Jn 7,37-39
El último día de la fiesta, que era el más solemne, exclamó Jesús en voz alta: ’El que tenga sed, que venga a mí; y beba, aquel que cree en mí. Como dice la Escritura: Del corazón del que cree en mí brotarán ríos de agua viva’.

Al decir esto, se refería al Espíritu Santo que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
La Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

’ Recibid el Espíritu Santo ’
Introducción
El libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11) presenta la atrayente comunidad de Jerusalén, espejo siempre y estímulo en la mejor dirección para construir una Iglesia pletórica de vida, porque su alma es la fuente misma de la vida. El Espíritu la unifica; la diversidad de integrantes se transforma en germen de riqueza; las lenguas dispares resultan inteligibles para los que se dejan guiar por una misma fe, un idéntico amor y una semejante esperanza.

El señorío del Espíritu, exteriorizado en servicio, es fuertemente destacado por san Pablo (1 Cor 12, 3-7.12-13). Ni un paso en la escalada hacia la cúspide de la santidad puede avanzarse sin su ayuda. Los dones o carismas son diversos, pero todos están llamados a confluir al provecho común de los que tienen la persona de Jesús como referente capital. En él formamos un solo cuerpo y nos da a beber un solo Espíritu en el bautismo.

De la comunidad apostólica en torno a Cristo resucitado trata el fragmento del evangelio (Jn 20, 19-23). El temor y el miedo se trueca en alegría al recibir el saludo de paz de labios del Maestro y comprobar en Él, ya glorificado, una ausencia total de censura por los abandonos, bien reales y recientes. Por el contrario, experimentan que mantenía una confianza ilimitada, que se manifiesta al convertirlos, de perdonados, en reconciliadores de parte de Dios por el mundo entero.

Fray Vito T. Gómez García O.P.
Convento de Santo Tomás (Sevilla)

Comentario al Evangelio de hoy domingo, 23 de mayo de 2021


Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
LAS TAREAS DEL ESPÍRITU


Podríamos hablar de una primera etapa en la Historia de la Salvación, protagonizada por el que luego llamaríamos con más propiedad el Dios Padre. Fue el comienzo de la revelación de Dios, en la que se va dando a conocer como el Dios Altísimo, el Dios Creador, el Dios de la nube, del rayo, del diluvio, el que libera de la esclavitud del faraón y conduce a la tierra de la libertad...

Vendría una segunda etapa en la que llega al culmen esa revelación de Dios por medio de su Hijo Jesucristo, haciendo presente germinalmente el Reino de Dios. Podríamos llamarla la etapa del «Dios con nosotros», Dios uno de nosotros, Dios en medio de nosotros. El Hijo de Dios hecho carne frágil en Jesús nos ofreció las claves de la felicidad (bienaventuranzas), las claves para hacer de este mundo «otro», el Hijo de Dios empeñado en la comunión fraterna, y que nos dejó como testamento el «sed uno, amaos como yo, servid y lavaos los pies, acoged a los más pequeños»... Se trata del Hijo de Dios que venció el pecado, el mal y la muerte, y que es ya para siempre el Señor, sentado a la derecha del Padre... (Ascensión).

Y llega por fin una tercera etapa. Podríamos llamarla la del «Dios en nosotros», o también la etapa de la Iglesia y de la misión. En definitiva: el Tiempo del Espíritu.

El Espíritu es el Gran Desconocido en el cristianismo Occidental. En una de sus homilías el Papa Francisco comentaba:

El Espíritu Santo es el gran olvidado de nuestra vida. Yo quisiera preguntaros: ¿cuántos de vosotros rezáis al Espíritu Santo? Es el gran olvidado, ¡el gran olvidado! Y Él es el Don, el Don que nos da la paz, que nos enseña a amar y que nos llena de alegría.

Ciertamente que rezamos el Padrenuestro, rezamos al Señor Jesús, rezamos a la Virgen y a los santos... Pero himnos como este tan bello que hoy nos acompaña en la liturgia, que es EL himno más antiguo al Espíritu Santo y que data probablemente del siglo XI, pocos lo saben, pocos lo usan. ¡Pocos se dirigen al «Dios-Espíritu» en su oración!

Aquí se dice que es el Padre amoroso del pobre, repartidor de dones, luz, consuelo, huésped del alma, tregua y brisa en los momentos duros, que reconforta en el duelo (en la muerte), y enjuga lágrimas, el que impide que el pecado nos derrote, que nos sintamos vacíos por dentro, riega lo que está seco, sana el corazón enfermo, doma a los espíritus rebeldes, guía al que se sale del camino, salva al que busca salvarse... En definitiva: es TODO LO QUE DIOS HACE o puede hacer EN NOSOTROS HOY. La acción del Dios vivo en los seres humanos.

Y así empezaríamos por reconocer que «no sabemos orar como conviene» (Rom 8, 26-27), y a menudo intentamos manejar a Dios en nuestro beneficio, nos llenamos de palabrería, nos evadimos de la realidad. Pero dice San Pablo que "el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad" y nos hace ponernos delante del Dios Padre y de su voluntad. Necesitamos pedirlo sinceramente, y el Padre "nunca lo niega a quien se lo pide" (Lc 11, 13). Y es bien importante aprender a descubrir la voluntad de Dios sobre mí (hasta lo decimos en el Padrenuestro), lo que tengo que ir eligiendo y decidiendo en mi vida, cómo distinguir la voz de Dios en mi conciencia, cómo reconocer su presencia en mi vida cotidiana y en nuestra historia. Es lo que se llama el discernimiento, que es una de las tareas del Espíritu.

La presencia del Espíritu derramado sobre nosotros nos da ocasión para profundizar en la universalidad del mensaje del Evangelio y del amor de Dios («de toda raza, lengua, pueblo y nación», Apoc 5, 9). «Todos» los que lo reciben son profetas, portavoces de Dios, de modo que «cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua». Y cada bautizado recibe dones y cualidades para el bien común (Segunda Lectura de San Pablo). Por eso, en este día dedicado al Apostolado Seglar, podemos afirmar que el «clericalismo» es un pecado contra el Espíritu Santo. Decía el Papa Francisco:

’Recuerdo ahora la famosa expresión: "es la hora de los laicos". Pues pareciera que el reloj se ha parado’. Todos ingresamos a la Iglesia como laicos, puesto que el primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo. Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una élite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios. Hay que poner atención al clericalismo, que lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como ‘recaderos’, y coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta -me animo a decir- osadías necesarias para llevar el Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político’. El clericalismo poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida de que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cfr. LG 9-14) Y no solo a unos pocos elegidos e iluminados’.



Sería, por tanto, oportuno e incluso urgente que revisáramos de qué manera estamos contribuyendo todos, conjuntamente, entrelazadamente, a la Iglesia de Jesús: qué aporto yo personalmente, cómo valoro y me relaciono cpm otros carismas, sensibilidades, espiritualidades, misiones... En el plano personal, parroquial, diocesano, nacional... Hay mucho clericalismo que superar. Pero también mucha pasividad en muchos bautizados y muchos «grupos» que trabajan por libre o incluso en contra de otros...

Es el Espíritu el que nos ayuda a salir de nuestros encierros, de nuestro cristianismo anquilosado, que pretende seguir siempre igual, aunque todo cambie alrededor... sin arriesgarnos a buscar nuevos caminos y resùestas. No sé quién afirmaba que «hay peligrosas novedades, pero hay mas peligrosas antigüedades». Ese empeño por mantener lo de ayer por ser de ayer, y rechazar todo lo que suene a cambio, novedad, búsqueda, adaptación, renovación es miedo, comodidad, el no querer leer los «signos de los tiempos»... es rechazo del Dios-Espíritu Santo, que "hace nuevas todas las cosas" (eso dice la Biblia de él: Is 43,18: Apoca 21, 5).

Pero hoy me voy a fijar en un punto: la vida «espiritual», que es la vida del Espíritu. Uno de los más grandes teólogos del Concilio Vaticano II, decía: el verdadero problema de la Iglesia es "seguir tirando con una resignación y un tedio/rutina/inercia cada vez mayores por los caminos habituales de una mediocridad espiritual" (Karl Rahner). En el corazón de muchos cristianos se está apagando la experiencia interior de Dios. La sociedad moderna ha apostado por "lo exterior". Todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie. La paz tiene difícil encontrar resquicios para penetrar hasta nuestro corazón. Vivimos casi siempre en la corteza de la vida. Se nos está olvidando lo que es saborear la vida desde dentro. Para ser humana, a nuestra vida le falta una dimensión esencial: la interioridad. Muchos no han descubierto lo que es el silencio del corazón, ni han aprendido a vivir la fe desde dentro. Y se mantienen como pueden, repitiendo oraciones aprendidas, practicando algunas costumbres tradicionales... pero con poca capacidad de contagiar algo a los que vienen detrás. Acoger al Espíritu de Dios quiere decir aprender a escucharlo en el silencio del corazón. Dejar de pensar a Dios solo con la cabeza, y aprender a percibirlo en los más íntimo de nuestro ser. No es probable que se mantenga la fe en Dios, en medio de la agitación y frivolidad de la vida moderna, sin una comunidad fraterna con la que compartirla y madurarla y testimoniarla. ¡Somos templos el Espíritu!

Lo dejo como reto, como inquietud, como propuesta, como... ¡yo qué sé! Esto es lo que me ha sugerido hoy el Espíritu... y es lo que os he dicho, con mayor o menor acierto, pero con un corazón deseando que arda como llama de amor viva (que era como Juan de la Cruz se dirigía al Espíritu) de mi alma y de nuestra alma en el más profundo centro. Espíritu que nos habitas y nos conduces: ¡VEN!

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

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